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Felipe Garrido
Censura
Con el tiempo, don Atanasio Argúndez y Ávila fue perdiendo el vigor que durante tantos años lo llevó a pelear, una tras otra, batallas que sabía perdidas desde un principio. Descubrió los habanos y los mojitos, y se tiró en la hamaca para dejar que los días se fueran sin sentirlos. Pasaba las noches insomne, construyendo discursos que nunca dijo o levantándose para escribir rabiosamente, con su elegante caligrafía, largos alegatos que pasaba en limpio antes de enviarlos a La Voz de la Costa. El subdirector lo llamaba por teléfono; le agradecía cada una de sus colaboraciones, lo elogiaba, le mandaba abrazos, saludos a la señora y a los hijos... y luego cortaba lo que le parecía excesivo. Don Atanasio revisaba cada publicación y en su original, con un lápiz rojo, de cera, encerraba los trozos omitidos y volvía a soñar con ellos, con vehemencia, y escribía de nuevo sobre lo que le habían quitado y volvía a mandarlos, y así una y otra y otra vez.
Art. de F. Garrido en el suplemento 13 de Jun. 2010
deL diario La Jornada. |
Texto agregado el 13-06-2010, y leído por 86
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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18-08-2010 |
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Y eso es verdad, a todos censuran sólo por tener libertad de expresarse, ¿Entonces? edscrit |
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28-06-2010 |
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Interesante, bien escrito. lmarianela |
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14-06-2010 |
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Espectacular kimono-violetta- |
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14-06-2010 |
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Buen texto, no se cansará ese pobre hombre?******* JAGOMEZ |
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