Estaba a punto de pasar la última prueba; cruzar el laberinto. Se sentía fuerte y seguro, durante años se había preparado en el arte de la lucha, de la escucha, de la atención y la meditación. Solo le quedaba una oportunidad para dar con la contraseña, había agotado las otras nueve. Nombro las frases que más le impactaron de los sermones de Buda, pequeñas gotas de sabiduría con las que su maestro les regaba cada día. Ultima oportunidad, de pronto le viene una imagen a su mente y lanza una frase que nunca se le habría ocurrido decir, pero que le viene a la boca como un fogonazo, una de esos chistes que de vez en cuando su maestro les lanzaba: -¡ Que triste está la perra, cuándo el perro le falta! Y tras un largo silencio: -¡Más triste está el perro cuándo la perra es más alta! Y la puerta se abrió. Gracia Galán.