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LA SEGUNDA LUZ
Durante varios minutos no logró determinar dónde estaba. La obscuridad era absoluta y podía oír algunos ruidos y sonidos incomprensibles. Palpó con sus manos. Un bloque de cemento presionaba parte de su abdomen y del tórax. No sentía sus piernas. Le costaba respirar y, extrañamente, aparte de la presión sobre su pecho no sentía dolor alguno. Intentó moverse inútilmente.
Entonces, comenzó a recordar. Conversaba con su compañera Luisa en el pasillo principal de la oficina cuando todo comenzó a estremecerse violentamente. No atinó a correr. Ahora estaba atrapado.
Concentró toda su atención en el entorno. Quería escuchar alguna voz, algún sonido que le indicara cual era su situación real. ¿Le estarían buscando? ¿Sabrá alguien que está atrapado? Pensó es su esposa y su pequeño hijo. ¿Estarán bien? ¿Y Luisa, que estaba con él? Un estremecimiento le invadió entonces. Comenzó a palpar en la oscuridad, estirando sus brazos por su rededor. Sintió el cuerpo helado de su amiga. Un gemido huyó de su boca.
De pronto fue conciente de que había perdido toda noción del tiempo. ¿Cuantas horas, o tal vez días, llevaba en esta situación? Más allá de una sed que lo agobiaba, no sentía hambre ni deseos de evacuar. Entonces, pensó, no deben haber pasado demasiadas horas. Aunque el cuerpo helado de su compañera le indicaba otra cosa.
Se sobresaltó. Era su teléfono celular que llamaba en algún lugar fuera de su alcance…
¿Qué hacer? Tal vez, pensó, tratar de dormir y esperar, lo que fuera, o no despertar. Sintió un sonido. Luego de algunos segundos lo identificó. Era el motor de alguna máquina o vehículo. También le pareció escuchar el ladrido de un perro. Se alegró. Me están buscando pensó. Juntó fuerzas para gritar pero sólo salió un sonido gutural. La losa de cemento le impedía tomar el aire suficiente.
Transcurrió un tiempo indefinido. Se había dormido. El silencio era absoluto. Sintió un olor desagradable e inconfundible. Nuevamente un escalofrío recorrió su espalda. A duras penas logró tocar sus piernas o lo que pensó que lo eran. Estaban insensibles. También su bajo vientre. Lloró en silencio.
La tranquilidad con que había afrontado la situación lo abandonó. Una gran debilidad comenzó a invadirlo y perdía la esperanza paulatinamente. El sueño incontrolable le hizo comprender que sus fuerzas se acababan. Recorrió toda su vida en minutos.
De repente vio una fuerte luz hacia el final de un pasadizo. Avanzó.
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Texto agregado el 12-06-2010, y leído por 175
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Lectores Opinan |
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09-07-2010 |
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Hermoso, como siempre amigo. Muy real. sin muchas descripciones, sencillo, agradable y te jala de un sólo tiron. Te felicito. Un abrazo.
palujo palujo |
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28-06-2010 |
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Es imposible no sentirse inmerso en el relato: la tensión de los músculos, los dientes apretados, el chispazo de alerta...son señales que involucran al lector, a medida que avanza en el relato...La esperanza del protagonista se hace propia...Muy bueno, mi amigo. Cariños trasandinos juanirenata |
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