El señor presidente





-Por favor, señores ministros pónganme al corriente de la actual situación.

-Muy bien Señor Presidente: Nuestros campos producen prodigiosamente, favorecidos por un clima inmejorable. Nuestras factorías han conseguido ubicar su producción en diversos países, incrementando aumentar considerablemente la exportación. El desempleo es el más bajo de la historia; no existen, actualmente, pobres de pobres. Las universidades acogen a todos cuantos deseen profesionalizarse y existe en ellas un desacostumbrado sentimiento apolítico. Se ha erradicado el analfabetismo y nuestros hospitales se encuentran trabajando al cien por ciento de su capacidad. Existe un orden ciudadano excepcional, sin manifestaciones manifiestas de inconformismo popular. La delincuencia se ha reducido a pequeños casos aislados de arrebato. Las fuerzas armadas nos son absolutamente leales y se han confinado a la paz de sus cuarteles. Como entenderá, Señor Presidente, nuestro país atraviesa lo que pudiera ser el mejor y más prolífico tiempo de su historia. Todo sigue la inercia de un reloj de perfecta maquinaria. Como usted ya sabe ha pasado mucho tiempo desde la última intervención de gobierno.

-Muy bien señor ministro, es tiempo de proceder.

-¿Qué desea usted que hagamos, Señor Presidente?

-Dada la situación, extremadamente favorable de nuestro país, es tiempo de pergeñar una crisis, de cuya magnitud el pueblo no guarde memoria.

-¿Pero señor, está usted seguro de lo que nos está pidiendo?

-¡Por supuesto! No deseo, y seguramente tampoco ustedes, que el pueblo en la paz y en la bonanza crea, de algún modo, que puede prescindir de nosotros.