¡NADA! (Grito) ¡Nada!
Porque no queda nada
entre mis muslos, nada entre
mis ojos, después de tí no queda
nada entre mis manos vacías,
entre mis dedos dormidos
por el frío, mi boca, ah
mi boca y sus vericuetos
exiguos, nada queda, nada
después de tí, antes de tus
labios finos y rojos
nada queda, entre mis labios que
se aclaran con el tiempo,
escupo rictus como veneno
a través de mi piel
serena, no quedas nada
entre mis recuerdos dormidos,
yo grito a voz en cuello a los
regímenes de horror, a los
batallones de guerra, y mi piel
mi piel de mierda alicaída, mi
piel veterana de justicia se
enrolla entre los pantalones de
algún tipo al borde de la
cornisa.
¡Nada!
No quedas nada más, mis manos
solasadas se pierden, mi cuerpo
se apaga, mis pechos estallan como una
guerra entre las trepidantes caderas
de todas las mujeres, he aprendido
a violar mi ecuestre camino
sobre miles de camas,
he aspirado la textura de tu cuerpo
alicaído por injurias, me has dejado encinta
de las más grandes mentiras,
he cavado mi foso,
he perdido mis recuerdos,
he ardido en conmiseraciones que a veces
no entiendo
¡Nada! Y grito a tu voz pálida que
después de tu recuerdo no hay nada,
que los edificios grandes que me
muestran los hospitales de tus raíces son
sólo recuerdos de tu presencia, le
grito al cielo que mis sueños son
una invención de los tuyos, que
mis labios no aspiran a más, que
mi cuerpo se desgana, que me
tirita el alma, y no queda nada.
¿Y el mundo?
¿Qué me dijiste del mundo?
(Que después de ti no hay nada, no quedan
paredes en pie, no quedan manos, los
niños en África tienen frío mi amor,
calientalos con tu piel que
fulminó mis agrios recuerdos,
amor mío, por favor, ayudame a vomitar
tu recuerdo como a un feto por entre
mis labios quebrados, amor, amor, amor mío.)
¡Amor mío que me dijiste del mundo
en el que ambos vivíamos! |