Desde sus huellas al norte
a la verticalidad obtusa de su gloria
vivió eternamente el momento de mi aliento.
Desde entonces, no pude descender.
Pero jamás postré la mirada
en el balcón de la cumbre.
El descenso al Pireo, será solo un cuento.
En la mañana del desencuentro
el ascenso fue imposible.
Llegaremos tarde a nuestro funeral
cuando dejemos de hablar
del hondo pesar del entierro.
Y con el tiempo, me conformaré
solamente, con la marea baja.
Que suavemente pasará
una sola vez por mi desierto.
Texto agregado el 10-06-2010, y leído por 269
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