El Funeral de la PDI

La Policía de Investigaciones PDI, en el combate a la delincuencia y narcotráfico impulsado por el nuevo gobierno, desarrolló una creativa estrategia para ingresar a la Población La Legua, uno de los mayores focos de narcotráfico de Santiago; en vez de usar sus vehículos habituales y camionetas que son reconocidas por todos, simularon un cortejo fúnebre con ataúd, coronas de flores y una larga fila de vehículos de deudos, incluso una micro, que presupongo sería con la bandera del club deportivo del finado. Por cierto, reconozco la creatividad, pero me asusta la utilización que hacen de nuestra cultura.

Una de los problemas que la derecha chilena puso en los medios y en la opinión pública es la inseguridad. No es casual pues el 92% de los medios masivos son de propiedad de la derecha, y particularmente de dos consorcios periodísticos. De hecho, el canal Chilevisión sigue siendo de propiedad del presidente Piñera.

Luego de poner el tema en la opinión pública y utilizarlo contra el gobierno pasado, vinieron las encuestas donde la pregunta obligada era la valoración que la gente daba al tema de inseguridad. Y todos tenían un vecino que había sido asaltado. De las estadísticas policiales saltamos a una estadística exagerada en que la inseguridad era el gran problema del país. No hablo de la inseguridad laboral en que después de 12 horas de trabajo obtenías un sueldo indigno, y que si reclamas te despiden por “necesidad de la empresa”, sino la inseguridad cierta, que te pueden robar el sueldo en el trayecto a casa.

La Legua es una población que como muchas en su origen hace más de 40 años fueron cuna del movimiento popular, de épocas donde había teatro, música, danza, organización y albafetización en sus calles y pasajes. Está La Victoria, La Legua, Lo Hermida, La Pincoya, la Ex 26 de Enero, Ex Nueva la Habana, La Bandera, etc. pero ya no existe ese espíritu, les costó trabajo pero lo lograron. Asesinaron a curas y dirigentes, lograron que los que tuvieran el control fueran los narcos, que sí existían de antes, pero no habían logrado penetrar y vencer las organizaciones de pobladores.

Hoy el caballito de batalla del nuevo presidente Piñera es combatir la delincuencia, pero no entiende que la delincuencia no es un tema judicial o penal, sino moral. Como dijo el padre del movimiento obrero chileno, Luis Emilio Recabarren, hace justo 100 años en el centenario de la República de Chile: “Yo he llegado a convencerme que la organización judicial sólo existe para conservar y cuidar los intereses de los capitalistas…” “… Hoy que se habla tanto de progresos y que se celebra como un gran acontecimiento el haber llegado a los 100 años de vida libre, yo me pregunto, ha progresado en la República el sistema penal? ¿Ha disminuido el número de delincuentes? ¿Cuántas cárceles se han cerrado a impulsos de la educación?... Ninguna respuesta satisfactoria podría obtener”.

Eso dicho hace 100 años posee una triste vigencia. Veo en un canal de televisión cómo exhiben un reportaje y seguimiento a un carterero, donde el periodista conversa con él y el artista del robo le muestra que la razón está en que la gente es descuidada y transita sin cuidar sus bienes. En otro reportajes dan explicaciones técnicas de en qué consiste el método de oxicorte para robar cajeros automáticos, es tanto lo que se aprende, que hoy 9 de junio aparecen 6 policías (Carabineros) inculpados de ser cómplices de los robos prestando protección a los ladrones. ¡Fácil! Roba cuando estemos de turno.

La delincuencia es un tema moral, y la política también. Un presidente que debe legislar sobre toda materia, debe desprenderse de sus acciones sobre las grandes empresas, como la línea aérea Lan Chile, pero nuestro presidente esperó, esperó, y esperó hasta triunfar en las elecciones, y luego, esperó, esperó y más que esperó hasta que las acciones subieran más allá de todo rango. Pero no vendió sus acciones, el truco fue vender la empresa que las poseía, con eso eludió pagar en impuestos 50 millones de dólares. La delincuencia es un tema moral, y la política lo debe ser aún más.

No defiendo a los narcos ni a los delincuentes. A un joven “angustiado” no lo convenzo ni con mi mejor cuento, de que no me entierre el estoque para robarme el teléfono celular y conseguir la droga. Buen desafío sería convertirme en Scheherezade para sobrevivir.

Pero lo que está en juego con el travestismo de la PDI son instituciones que forman parte de la cultura de nuestro país. Claro, ellos no tienen tiempo para rendir tributo al que parte, nunca contaron los autos del cortejo como yo cuando niño. No se sacaron el sombrero ante el ataúd, ya sea que iba la carroza sola, o en un río interminable de personas que guardan respeto ante el muerto. No entienden la cultura ni las instituciones.
En tiempos de la dictadura alzaban la voz porque los pobladores apedreaban ambulancias y carros de bomberos. Acaso no fueron ellos lo que subieron a policías y agentes de seguridad en esos vehículos. No fueron ellos los que hicieron que los voluntarios de bomberos cumplieran labores policiales y de seguridad apagando barricadas.

Como buenos Opus Dei, se dicen católicos, pero no tienen la mínima decencia en respetar siquiera el rito de la muerte, una ceremonia donde nuestra cultura rinde respeto al que se va.

Finalmente, ya aparecerá en las noticias que una poblada arremetió contra un cortejo fúnebre a piedras, palos y balas. Espero que en la carroza vaya el presidente y su ministro de interior, y no sea una violencia injustificada.