Había una vez una semilla. Sólo una semilla y nada más que una semilla.
Un hombre la plantó esperando que fuera de girasol. Pero la hierba que crecía se negaba a seguir una estrella tan difundida. Entonces, ese hombre la abandonó.
Una mujer cautivada por la incógnita del futuro de la naciente planta se esperanzó. Siempre había querido la belleza de un lirio que presentar en su jardín. Pero la poco ostentosa no quiso florecer en vano.
Y así, de nuevo sola, continuó su existencia.
Un día alguien, sólo alguien y nada más que alguien la halló en medio de un campo de flores que había crecido alrededor.
-"¡Qué hermosa es! Tan sencillamente única. Lástima que opaca al resto, floridas, comunes, siempre enfocadas al Sol."