Aferradas mis manos al vacío,
te buscan sin hallarte,
acariciando tu imagen
se estremecen.
Y hundidas en el más triste silencio,
viendo las manos heridas
del mesías,
aparta tus manos
de las mías.
Se niegan a escribir los versos que el alma
dicta para CRISTO.
Van buscando heridas,
van denunciando la injusticia,
van sembrando amor.
Para entregarte amada mía,
al igual que el nazareno,
en prueba de mi amor,
mi vida.
El, hijo de dios,
al terser día resusitaría,
yo quedaré perdido,
en el ultimo rincon
del infinito.
Pero aun estando muerto,
o siendo polvo,
o tal vez nada.
Vivirá nuestro amor eternamente,
porque como dios,
inmortal es la poesía. |