Todo lo revestía con bellas palabras
acompañadas de un tul negro.
La negrura arañaba como lija el corazón
Hirientes las lágrimas no dejaban de brotar.
Dejar de creer en él se convirtio en un suplició.
Texto agregado el 08-06-2010, y leído por 231
visitantes. (3 votos)