De vez en cuando, como un mago de circo de pueblo, me toca sacar conejos y palomas de una galera para espantar las sombras que nublan el alma de otros.
Los conejos y palomas no se preguntan de qué sombras se trata, yo me acostumbré a lo mismo.
Algunas veces, los mismos conejos y palomas salen por mí y se esfuerzan por espantar mis propias sombras.
Yo les sonrío y festejo sus gracias y pronto, alborotados, vuelven a la galera.
Entonces, me quedo otra vez con las sombras pero les agradezco el esfuerzo.