La tarde se ponía roja por el sol que empezaba a caer tras los cerros.

Abajo, dos rivales... dos mujeres enfrentadas cara a cara por el amor de un chaval.

La novia parecia confiada de la victoria. La "rufianilla" no parecía querer ceder lo que ahora era de su propiedad.

A todo esto, el objeto de la discordia, esperaba intranquilo el desarrollo de la batalla.

La novia comenzó el ataque. La agarró de los cabellos y la volcó al suelo. Pero rápidamente, la rufiana se levantó y le araño la cara su rival. Los gritos y los insultos no se hicieron aguardar; y como arañas trenzadas, rodaron al suelo en tanto el polvo enterraba sus prendas. Ella se levantó del suelo, victoriosa. Se arregló el cabello, se limpió con el puño de la blusa la sangre y caminó como modelo hacia donde estaba parado él y le dijo: Ahí te dejo a esa golfa. Te la mereces.