Aquel plátano no servía para su cometido, ella tenía los ojos vendados, y el ojete al aire. la vulva sonriente y la sonrisa nerviosa. El había recorrido la distancia desde su sofá-cama hasta la heladera en tiempo record con el fin de que su excitación (de ella) no bajase tan rápido como sus bragas. Al abrir de golpe la puerta casi se da en su erecto pene. Tras un rápido vistazo y viendo que no le quedaban ni zanahorias, ni rábanos, ni chirivías, ni pollas en vinagre, se tuvo que conformar con un plátano vírgen reblandecido por el paso del tiempo. Lo llevó rápido para dar a comer a su coñito ardiente. El contacto hizo que gritase, esta fríooo, qué es? Una polla muerta y embalsamada, contestó y tuvo que calentarlo entre sus manos. Cuando estuvo tibio comenzó la introducción y vio como el supuesto sexo débil destrozaba al plátano haciéndolo reventar y supurar liquido marrón. Aquello le corroboró el potencial de cada sexo, esto y aquella vez que fue invitado a un bukake filmado en aquella casa con aquella rubia jovencita de nariz prominente y ojos marrones que se hacía cargo de los distintos pero hermanados penes en un número de 20, chupando, comiendo, con la mirada extasiada, tragando, acariciando, lamiendo huevos, metiéndoselos en la boca, cabalgando, ordeñando, gimiendo, implorando, y acabando con el deseo de todos los allí presentes, incluido el cámara y un vecino que picó por el ruido. También el de un adolescente que curiosamente se confundió de puerta en una amnesia tRemporal.
También se acordó de aquella vez que estuvo con dos mujeres a la vez, en aquella oferta de 60 euros 40 minutos, en la que su concentración no podía dar a abasto a las dos acabando en un orgasmo prescindible en la memoria.
Tiró el plátano a la basura en silencio abrió la puerta de la casa y dejó pasar a cuantos desconocidos pasaban guiándolos sin hacer ruido hasta la máquina de follar.
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