lleva el diablo hacia la dirección que su capitán lo había enviado, empuñando su Ppsh -41.
-¡Psssssssptttttttt!- El niño soldado había avanzado unos treinta metros, tirado en el frío suelo Anatoly aún se movía, el disparo justo acertado en su cuerpo, y se retorcía del dolor, sus movimientos eran impactantes, y perturbaron a los sobrevivientes en el agujero. Que captaban únicamente el silencio ahogado por momentos por los quejidos del moribundo chiquillo.
Silencio, los quejidos habían cesado, Anatoly estaba muerto.
-¿Señor?- Dijo Olga Gurlokovich, Que todo el tiempo había estado apuntando a un blanco inexistente en las sombras, con su rifle de francotirador Mosin – Nagant, ya había hecho algunos disparos, más por reflejo que por seguridad Fersov tenía una cara de terror, la mirada extraviada en la nada oscura y profunda, de aquel bosque en las afueras de Leningrado, -¿Camarada capitán?- Los ojos azules de Olga parecían traer luz a la oscuridad, Fersov reaccionó, -Tovarich Gurolokovich, es necesario que busques una posición adecuada, en algún lugar-
-A la derecha, en esos matorrales- dijo Olga moviendosé rápido hacia los matorrales, mientras los restantes dos hombres incluyendo el capitán disparaban hacia donde ellos suponían que venían los disparos.
¡Paaaaaaaboooooom!
La explosión fue breve, seca, acompañada de los gritos de Olga agudos, mientras se agarraba con las dos manos el muñon de la pierna izquierda haciendo una mueca horrible. A la derecha, a unos cinco metros del agujero un campo minado. Exactamente donde Olga había pisado. Fersov, sentía esa maldita presión en el estomago que nunca había percibido, mientras vio como sus dos restantes hombres salían huyendo por donde habían llegado, dirigiéndose a la carretera. Dos nuevos tiros acertando justo en la espalda de uno y en la parte de atrás del cráneo del otro, creando una nueva explosión de sangre, fersov se agacho mientras se agarraba las piernas, en posición fetal, sentía la maldita presión en el abdomen,(La que nunca había sentido) A lo lejos oyó como los gritos de Olga habían cesado luego de un ruido que el conocía.
Cuando alzó la vista vio a un alemán joven, ojos verdes profundos, con ropa camuflada apuntándole con su rifle. El chasquido fue casi imperceptible, mientras tanto en un leve instante, que duro la nada que abarcaba todo, el capitán Fersov, sonreía, al menos la presión, el dolor en el abdomen terminaría
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