A ella Los días que pasan y que sin ti paso al recuerdo de gestas me orillan y son sutil seña de mi febril fracaso. Si yo pudiese el tiempo retornar grandes maravillas ocurrirían y tú y yo volveríamos a empezar. No buscando ser perfectos y felices sino ser felices procurando la perfección y reír como niños ingenuos en los deslices Este es nuestro bendito y afable destino que nos tendió la mano y enseguida la quitó burlóse de nosotros con su cáliz de vino. Y algunas veces en su orgullo nos envainó perdiendo la batalla los dos. Después los amores nuestros profundos los amainó.
Texto agregado el 07-06-2010, y leído por 320 visitantes. (3 votos)