Ella se acostumbró a esperarle
mirando el camino que nadie frecuentaba,
donde crecían las enredaderas
y las flores se ahogaban en medio del bosque.
Ella se acostumbró a esperarle
tejiendo sombreros que nadie compraba
preguntando a los caminantes
por un hombre de ojos dormidos
y pies cansados.
Ella se acostumbró a esperarle
a pesar que el tiempo se empozó en sus pupilas
y la ternura anidó en sus labios;
hizo de su recuerdo un reflejo
que volaba como paloma
cada tarde que esperaba a la orilla del río
el nacer de una esperanza.
Texto agregado el 07-06-2010, y leído por 145
visitantes. (2 votos)