tengo que escribir... el alma quiere cantar... tengo que morir a cada instante, y así, volver a respirar, en paz, en paz... tengo tanto que hacer que escojo dejar de escribir, volver a soñar...

hace mucho tuve un sueño, en él, estaba anciano... vivía en la orilla de un mar, tenía una bella vaca y una piedra muy brillante... diariamente salía a pasear con mi vaca y mi hermosa piedra... por las tardes miraba a los vecinos, todos viejos, navegando por el mar en unas barcas muy pequeñas... parecían ser tan felices que anhelé navegar como ellos... una mañana les dije que buscaran una barca para mí... todos rieron de mi simple petición y sin responder palabra, se fueron a la mar. me molesté y aquel anhelo se volvió en ambición... día a día buscaba mi barcaza, pero nunca tuve suerte... miraba a mi vaquita y ella me miraba a mí, parecía decirme cosas tristes pero no le hacía caso... extrañamente mi piedra parecía crecer mas y mas, y su brillo aumentaba hasta hacerse demasiado grande, pero no pesada más de lo que pesaba antes, como para soportarla en mi mano... una de esas tardes quise entrar a la mar. miré a mi vaquita y a mi inmensa piedra... ya vengo, les dije, dejándolas en la orilla, y entré en el mar... apenas tocaba el agua, esta desaparecía, por lo que seguí andando sin pensar en mas... mi vaca y la piedra siguieron mis pasos, me sentí menos solo... cuando estuve lejos, pude ver las varquitas de mi viejos vecinos, mirándome sorprendidos... seguí adelante hasta llegar a lejana orilla, otro lugar, con mi piedra y mi vaca a mi lado... apenas pisé la orilla, una manada de niños me rodearon... ¿quién eres?, preguntaron todos al unísono... les dije que venía del otro lado del mar y traía a mi vaca y a mi piedra brillante... todos miraron en dirección a mi vaca y a mi piedra, pero pudieron verles, tan sólo yo era el bendecido, quizá porque les amaba tanto... primero pensé que los niños estaban ciegos; luego que yo estaba muerto, ahogado y no lo sabía... al final lo supe, estaba en un extraño sueño, así que seguí andando sin saber hacia dónde me dirigía. una casita muy parecida a la mía atrajo mi atención... me dirigí hacia ella y entré… todo era igual a la mía. entré a mi cuarto vi mi cuerpo echado en una cama, durmiendo, soñando... me le acerqué, y apenas le toqué el hombro, este, muy asustado, abrió los ojos. Desperté al instante... estaba echado, me levanté de la cama y caminé hasta llegar a la ventana de mi casa. miré el cielo, negro y supe que tendría que escribir, volver a escribir, como todas las noches, todos los días, aliento tras aliento, como dicen los poetas, nada es más hermoso que amar y ser amado...