EL SANTO Y LA LLUVIA
¿Dónde me lleváis? Dice el Santo, un tanto asustado.
¿Dónde me lleváis?
Si no hace mucho fue la fiesta,
y aunque no te lo creas, sigo aun mareado.
La recuerdo perfectamente, siete horas,
cantando, bailando, tirando cohetes, ofreciéndome vino.
¡Siete horas! Con el calor que hacía,
moviéndome en las andas, derecha, izquierda,
hacia delante, hacia atrás.
Siete horas en la misma postura, sin poderme sentar.
De pie, con el sombrero puesto,
el bastón en la mano, y el perro a mis pies.
Uno y otro, deseosos estábamos de que aquello terminara.
El perro a solas con su amo, y éste no se pudiera arrascar,
suavizar el picor de una avispa, que nadie vio, pero dejó su aguijón.
¡Quietecito, quietecito! En la Iglesia, en la urna, es donde estoy mejor,
sin ruido, sin tanto movimiento, y sin pasar aquel tremendo calor.
Un día, a alguien le pareció que el Santo se movía en la urna.
Decía la señora: ! se mueve, se mueve! …
Salio corriendo por el pueblo.
Gritando, gritando: ! San Roque, se mueve, de mueve! .
La Iglesia, se llenó de fieles. Acudieron hasta los perros y los gatos.
Todos se fijaron en un cristal roto.
Un ratoncito dijo en voz alta:
Yo ví pasar y tropezar al Milano que marchaba a una velocidad
inaudita.
Tropezó con el Santo y fue tal el golpe, que casi se cae y aún sigue
del susto moviéndose, moviéndose, todo el, asustado.
El sombrero, se tornó en forma cordobesa.
La chifla, la chufla, fue tal, que el ciego enseguida
le puso la música y la letra, al pobre Santo.
Al ciego, le dieron un dinero, para que no contara la historia.
Los cofrades, pensaron, en arreglar bien la ventana,
poner más tuercas y tornillos y jijar bien al Santo.
Éste les dijo: ¡Bien me sujetáis, para que no me mueva!
Pasaron los días, pasaron los meses…
¿Sacamos al Santo?
Es cuestión de cosecha. Es cuestión del tiempo.
Lo primero que tenéis que hacer es mirar
el Calendario Zaragozano de Don Mariano
del Castillo y Ocsiero.
¿Qué dice, llueve o no llueve?
El calendario, tan pronto dice que sí,
como que no.
¡Calixto, tu que entiendes! ¡Mira a ver qué tiempo hace!
El Simón y el Calixto, asoman la gaita,
y desde fuera, con voz de aguardiente,
dijeron: ¡De llover no está! Y el Santo está con una cara de serio,
y parece, se encuentra muy triste.
El Sr. Pedro dijo: El Santo tiene miedo a la lluvia,
porque se puede mojar.
Con sombrero, con el perro, ¿ Como puede el Santo abrir el paraguas si llueve?.
Discutían los del pueblo, lo que pasó hace unos años.
Una nubecilla parecía inocente, y la que armó.
Nos visitó, nos dejó sus granos de agua en granizo,
estropeó nuestras cosechas y las tierras,
aún sin rastrojo se quedó.
Fue un desastre y encima nadie estaba asegurado,
confiando siempre y en todo en el Santo.
¿Qué hacéis? El Santo estaba un tanto intranquilo.
Sin chubasquero, sin paraguas, y encima tenía que ir de pie.
Tanto dudar, les preguntó el Santo:¿ Salgo, no salgo,
me sacáis, o me dejáis en paz…?
Si queréis sacarme, hacedlo. Yo pongo mis condiciones.
¿Queréis que llueva? Sí.
Primero, tener fé, cumplir lo que prometéis ahora con tanto
entusiasmo, con tanto fervor.
Primero rezar. Segundo traer todos un buen paraguas,
grande o familiar. Botas altas de goma, un par de barcas,
y a mi un chubasquero y un sombrero tirolés de agua.
Un paraguas para mí y otro para el perro.
Y como queréis que llueva mucho, traer un bocadillo como hacéis
el día de la fiesta y buen vino. Y aquí estaremos hasta que digáis basta.
El Santo iba muy serio…
Ya sabéis, no se puede venir sin paraguas.
¿Venir a pedir agua sin el?
¡Que llueva, que llueva! ¡Que no nos mojemos!
Sabemos que el Santo es de madera, pero nosotros no,
y es fácil que cojamos una neumonía,
que no levantemos cabeza,
y nos deje para siempre pasmados en el duelo.
Sacaron al Santo, y tanto llovió,
que otro Santo, venido del mar, abrió las compuertas,
y salió todo el agua hacia el mar.
Todos corrieron, corrieron, y al Santo,
le dejaron solo, con el chubasquero, el paraguas,
su perro y su sombrero de agua tirolés.
Todos los del pueblo pensaron, ¡Como el Santo es de madera!...
Se dejará llevar suavemente por el agua de la lluvia,
hasta juntarse con las agua del mar.
El Santo llegó al mar y tanto le gustó, que allí quedó.
Más tarde, un pescador lo encontró entre las aguas.
Éste le contó la historia.
El pescador le dijo: ¿Quieres ser el Patrón de este pueblo,
que es nuevo y no tiene patrón?
El pueblo parecía bonito, allí el chirimía no faltaba.
Sí. Me quedo. Pero os dejo el sombrero. Me gusta la brisa del mar.
Deja al perro, que le gusta ver la mar, sus peces y playas,
y en verano jugar con los niños pequeños.
Y aquí termina la historia.
Una cosa te pido. Dejad los Santos tranquilos,
sobre todo en cosas del tiempo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Es el cuento del Santo de la lluvia,
que vive en el pueblo, y al final se cambia de domicilio
para vivir junto al mar.
Salamanca, mes de Junio, del año dos mil diez.
Firmado: Julián López Santolino.
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