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Mi nombre es Yenni, tengo 30 primaveras, separada con hijos, oriunda de Tierra Amarilla y voy a contarles como pasé a formar parte del Staff de “Chinas”(campesinas sirvientas sexuales) de “La Hacienda”(casona prostíbulo y gabinete de BDSM campestre) dirijido por la patrona de fundo Missía Nelly.

Trabajando de temporera de la vid en unos parronales al interior de Tierra Amarilla, me tenté como lo habían hecho otros peones de robarse un cajón con uvas para la casa, pero me pillaron y llorisqueando de que no me llevaran presa, don José el capataz me dio la oportunidad de safar, enrolándome voluntariamente como China Todo Servicio en el libidinoso negocio que regenta su señora.

Al otro día tempranito y toda tiritona me presenté en le portal de la rural estancia donde esperaba por mi la mismísima doña Nelly, imponente y bien conservada cincuentona de elegante atuendo de huasa-patrona de fundo, la cual hizo restallar su fusta en el piso en señal de que la siguiera a su despacho.

Sentada en su sillón mirándome de arriba abajo, me dijo que calmara los nervios y me desvistiera. De a poco fui levantando la cabeza mientras soltaba mis negros cabellos de la cola de caballo, luego mirándola de frente me desabotoné la camisa escocesa y bajé mis jeans. Tras sacarme los botines y sin dejar de verla como me pidió, procedí a quitarme el sostén tipo faja que disimulaba el gran tamaño de mis blancos pechos en forma de pera que se desbordaron dejando en evidencia la erección de mis sonrosados pezones de amplia areola.
Avergonzada al no dejarme cubrirme los pechos con las manos, ella restalló la fusta sobre el escritorio para que bajara rapidito mis calzones y así lo hice dejando ante sus ojos mi tupido y oscuro pubis que no lograba ocultar mi sobresalido clítoris y abultados labios vaginales, dándome la vuelta para que contemplara mis voluminosas nalgas.

-”Tienes un rostro y ojos color miel parecido a la actriz de novelas: Catherine Mazoyer…”

- me decía mientras tomaba mis manos y las guiaba a mis pechos para masajearlos y pellizcar los pezones hasta alargarlos más de la cuenta, lo cual me causó susto y doloroso placer.

-”Definitivamente te voy a dar un look señorial-sexy que los parroquianos creerán que se están cogiendo a su progenitora cuando esta era lola…”- decía sonriente en tanto me tenía recostada boca arriba sobre el escritorio con las manos sosteniéndome las piernas en alto y bien separadas al tiempo que sus manos estiraban mis pucheritos, me pellizcaba el clítoris e introducía y sacaba sus dedos dilatándome la vulva y el anito, lo cual me excitó al punto de mojarle las manos con fluido vaginal y orina, mientras tragaba saliva para acallar un sonoro orgasmo.

De ahí me paré y con temblor de piernas y palpitaciones por la lésbica revisión, tuve que firmar la sentencia de recluirme tres meses bajo las leyes de la ahora mi dueña. Conformada de que vería un día la mes a mi familia y de que podría comunicarme con ellos por celular cada domingo, obediente eché mi ropa al basurero y tras azotar suavemente su fusta en mis nalgas, missía Nelly me encaminó por le pasillo hacia la cocina, escuchando durante el trayecto los lujuriosos sonidos provenientes de las habitaciones.

Al llegar sentí plancha de que el personal me viese pilucha pero me di cuenta que las chiquillas deambulaban haciendo los quehaceres domésticos muy frescas, ataviadas solamente con un pequeñísimo delantal cuya pechera no alcanzaba a cubrirles los senos, al igual que la corta basta del mandil que dejaba ver el minúsculo colaless de encaje que traslucía sus montes de venus para posteriormente perderse entremedio de sus asentaderas y más encima andaban equilibradas sobre tacones aguja.

En el acto la doña hizo retallar la fusta sobre el mesón para que se presentaran las chinas que me asistirían en el cambio de look.

-”Bienvenida pellizcadora de uva…Soy Carola y estoy batiendo en este bol la tintura para dejarte rucia…”- dijo burlona la maceteada trigueña cuyas pechugotas chocaron en mi cara al momento de sentarme para que recortaran mis cabellos.

-”Hola chascona, soy Paty y te voy a dejar cual barbie debajo del pupo…”- bromeó la esbelta ojos verdes, quién me tenía abierta de piernas sujetando una palangana con mayonesa casera con la cual me embadurnó los vellos púbicos para luego rasurármelos con un pela verduras. Tras acicalarme con su lengua el ahora lampiño chorito cuya miné me causó placer, la doña ordenó recostarme en el mesón con las piernas levantadas y bien separadas para inspección ginecológica.

Mientras la Carola terminaba de ajustar las pinzas en los ondulines que armaban la permanente de mis ahora pelos de choclo, la Paty me estremeció de dolor y deseo al introducir sus inquietos dedos en la vagina para acomodarme un DIU de goma con forma de anillo, ya que la selecta clientela masculina no usaban condón.

-”Este supositorio es un potente afrodisíaco oriental a base de ginseng, gingobiloba y otra hierbas naturales que no te drogan…Solo te causa adicción a seguir pasándola regio complaciendo a tu amante de turno…”- Susurro missía Nelly mordisqueando deliciosamente el lóbulo de mi oreja, mientras yo acababa de expulsar placenteramente en un lavatorio el agua servida proveniente de mis tripitas tras aplicarme la lavativa, para que luego la Paty me insertara la estimulante cápsula en el marrón.

Tras colocarme el sensual uniforme de trabajo y calzarme los tacones, sentí un agradable calorcillo que me invadió el bajo vientre, entonces la doña volvió a restallar la fusta ahora algo más brusca sobre mis nalgas, les dio instrucciones a las demás para completar mi tratamiento de estética y se retiró a supervisar los preparativos del banquete para ejecutivos de una minera local donde me estrenaría.

Entrando en confianza con las chiquillas tras maquillarme cual geisha, la Carola me decoró a modo de tatuaje, pintándome con témpera para género unos pétalos de girasol alrededor de las areolas y en el pubis un sugerente plátano a medio pelar con un par de brevas a los lados. Enseguida la Paty extrajo del botiquín un tubo de gel anestésico y me lo aplicó en los lóbulos de las orejas, pezones y clítoris, para luego volver a provocarme doloroso placer al insertarme en aquellas zonas unas trabas de gancho (sujeta pañales) a modo de piercings.

Para finalizar me estamparon sobre las nalgas un timbre con tinta indeleble como a las demás cuya leyenda decía:”Estoy para servirle”.

Todo esto resultaría denigrante para la mayoría de las mujeres, pero en ese momento descubrí que pertenecía a la minoría que disfruta su sexualidad experimentando el morbo de la disciplina, masoquismo, sumisión y humillación…Más adelante les relataré con lujo de detalles mi desinhibido debut en el banquete y mucho más…

(texto que no es de mi autoría)

Texto agregado el 06-06-2010, y leído por 212 visitantes. (2 votos)


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