Mi corazón sufrió hace tiempo más de lo que un corazón puede sufrir. Cualquiera me daría la razón. Tanto fue el sufrimiento, que me dejo sin alma, y sin corazón, muerta en vida, vacía. Escucho penas, dolores, y sufrimientos de otros, que al lado del mío me parecen una minucia, pero aprendí que el valor del sufrir lo pone uno, y no hay que despreciar las lágrimas de otro. No es el hecho el que da valor al sufrimiento, sino la debilidad del alma que lo padece. Cuántos sufren por orígenes materiales, por sueños superficiales, por aspiraciones quebradas, y no se dan cuenta que el mayor sufrimiento que un alma puede sentir es aquel que ataca al propio corazón, al propia alma y al propio sentir.
Dime la razón de tu sufrimiento y te diré el valor de tus prioridades. Dime que despierta tú miedo a sufrir, y te diré aquello que más ansias y deseas.
No he pérdido el miedo a sufrir, pero si le he pérdido el respeto que todo el mundo le tiene. Hoy, puedo sufrir, sentir dolor o pena, pero sé cuánto es el dolor que mi corazón es capaz de soportar, y es mucho el sufrir que sé que mi alma y mi corazón puede sostener sin hacerme caer. Aprendí que los males, son solo disfraces, y que del sufrimiento, siempre hay detrás un aprendizaje.
Eso no ha sido capaz de convertirme en hielo, pues decidí que así no fuera, y busqué recuperar y llenar de nuevo mi alma con la sensibilidad que el mundo requiere.
Lo que parece inocencia es la decisión de amar al mundo, lo que parece rebeldía es la incapacidad de permanecer ciega, lo que parece felicidad es el deseo ferviente de vivir, lo que parece autosuficiencia es la sombra del que ha tenido lucha interna, lo que parece tímidez es la introspección de quien se acostumbró a la meditación, lo que parece bondad es la compasión de quien sabe que todos estamos pérdidos y necesitamos ayuda. En ese camino de vuelta al mundo, mi prioridad fue la comprensión, la reflexión, el entendimiento... Y tanto he mirado al hombre, su actuar, la ética, la corrección, los valores, el mundo, tanto he cuestionado, que he pérdido la capacidad de admirar lo superficial. Hablo al mundo en su lenguaje, pero en mi interior busco la autenticidad, y el valor de aquello que realmente tiene valor.
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