EL VERANO Y SUS MANÍAS
¡¡¡POR FIN HAN ACABADO!!! –Dijo Julia.
Las clases habían acabado, sí, por fin, pero el verano no iba a ser fácil para ella. Sí, el verano iba a ser muy duro si quería aprobar las cinco asignaturas que le habían suspendido. Sí, lo he dicho bien, le habían suspendido, ya que ella consideraba que sus exámenes estaban para aprobar pero que era el maestro el que le tenía manía, mucha por cierto. Sí, manía, porque siempre la castigaba a quedarse diez minutos después de clase por no estar atenta a sus explicaciones. Sí, manía, porque a veces la sacaba a la pizarra para hacer algún ejercicio por no haberlos traído hechos de su casa. Sí, manía, porque siempre la reñía cuando se metía en jaleos con los otros compañeros. Era una manía persecutoria.
Pero ahora, podría descansar en su casa. En su casa de la montaña, con la piscina, los jardines, el sol. Aunque tuviera que estudiar, la rutina ya no era la misma. Cambiaría de espacio, de ambiente, de GRITOS. Si, de gritos, ya que nada más llegar a su casa, su madre estaba esperándola. Y, cómo chilló cuando se enteró de sus desastrosas notas, y, cómo la amenazó con dejarla sin salir de casa en un mes, y qué acalorada cogió cuando se lo contó a su silencioso padre con pelos y señales e iban decidiendo lo que harían con ella ese mismo verano.
Si, POR FIN HAN ACABADO!!! –dijo Julia, pero ahora no sabe qué es peor. Si estar de vacaciones en la montaña o quedarse en un colegio de internas y estudiar allí todo el verano hasta que apruebe sus cinco asignaturas y pueda volver a casa para obtener un poco de tranquilidad, que en este momento, claro está, nadie iba ni siquiera a considerarle.
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