El escritor peruano cuenta que esa etapa memorable de su infancia, en la que fue muy feliz, literariamente no le inspira nada: “Las experiencias de dolor son las que inspiran más” (AP/Reuters)
Mario Vargas Llosa dejó de creer a pie juntillas en Jean Paul Sartre, pero en el fondo nunca lo abandonó la convicción de que el escritor tiene un compromiso con su tiempo. Esa idea persuasiva y exultante de que escribiendo un hombre podía actuar sobre la historia subyace aún en su obra.
Una muestra de eso es su más reciente libro, Sables y utopías (Aguilar, 2009), una selección de artículos de los últimos 30 años sobre temas diversos, “una biografía intelectual”, como lo define él mismo. En casi 500 páginas se condensan los cambios en su manera de pensar pero también se revela lo que ha sido una constante: su conducta como escritor y periodista.
-Sus primeros 10 años de vida representan una especie de paraíso perdido que marcaron su existencia porque nunca como en ese tiempo se sintió tan de acuerdo con el mundo. ¿El motor para escribir es esa inconformidad con el mundo?
-Creo que sí, uno escribe en el momento en que se produce algún tipo de entredicho entre la persona y el mundo donde vive. Cuando uno vive en completo acuerdo con el mundo no tiene necesidad de inventar otros mundos. La literatura busca llenar un vacío, busca crear una realidad distinta de aquella en la que uno está inmerso, es una alternativa a la vida. Quizás por eso en los primeros 10 años de vida que viví en Cochabamba sintiéndome protegido, feliz, en la inocencia y en el cariño, literariamente no me inspiran nada, aunque lo recuerde con mucho cariño y nostalgia. Escribo desde el momento en que descubrí la realidad. Yo vivía en la irrealidad, como viven los niños que tienen el privilegio de tener una infancia feliz. Las experiencias de dolor, de frustración, son las que inspiran más a los creadores, no sólo escritores, con los artistas en general.
-Cuando leyó su cuento La Parva frente a escritores peruanos nadie lo comentó y se sintió fatal. ¿Esa escena se ha repetido alguna vez?
-Fue traumático porque era la primera vez que leía algo mío en público. Fue una frustración terrible pero me llevó a hacer una autocrítica radical. Lo que había escrito eran cuentos muy abstractos, muy poco situados en una realidad concreta y quizás eso me llevó a situar las historias en una realidad más realista y abandonar un poco esa literatura abstracta, indefinida, como eso que leí con resultados tan desastrosos&
-¿Le ha vuelto a pasar?
-No me ha vuelto a pasar. No así tan traumático. Algunas veces he leído y he recibido críticas, pero es distinto porque era la primera. Y la primera vez que uno lee es como la primera vez que uno ve un libro suyo impreso o cuando ve una obra de teatro sobre un escenario, son momentos cruciales que la imaginación atesora para bien o para mal.
-Ha dicho que su disciplina para escribir nació de la comprobación de que no tenía inspiración y de que el talento podía provocarse a base de trabajo. ¿Qué hay más, talento o trabajo?
-En mi caso hay sobre todo trabajo. El talento, en el mayor número de escritores, resulta del trabajo. Puede haber algunos casos excepcionales en los que hay la famosa inspiración, ese estado de trance, que permite escribir con gran creatividad de un tirón, prácticamente sin corregir. Pero yo creo que esos son casos, si es que existen, son excepcionales. En la mayor parte de los casos lo que hay es enorme trabajo, disciplina, autocrítica, un deseo de perfección que lo lleva a corregir. Mi caso es ese, tengo que trabajar mucho, insistir para que, vaya, salga la historia. Estoy seguro de que si me hubiera puesto a esperar la inspiración simplemente no hubiera escrito nada. Creo que con el trabajo uno llega a crearse unos ciertos estados de excitación intelectual, ese trance tan ansiado por los artistas, pero para mí eso resulta del esfuerzo, de la disciplina, no viene naturalmente.
-Borges renegaba de sus inicios como periodista… Usted, en cambio…
-El periodismo ha sido para mi una fuente riquísima de experiencias. Buena parte de mi obra no la hubiera podido escribir sin las vivencias que tuve gracias al periodismo. Por otra parte el periodismo ha sido mi manera de estar siempre involucrado en la vida cotidiana, en la historia que se va haciendo. Nunca me ha gustado la idea del escritor completamente aislado, encerrado en un mundo de fantasía. Siempre he entendido la literatura como parte de la vida vivida, no sólo de la vida soñada y eso es lo que significa para mi el periodismo, una manera de estar participando activamente en lo que está ocurriendo, opinando, criticando, participando en el debate.
-Ha estado ligado al teatro no sólo como escritor sino como actor y eso está emparentado con su habilidad para crear personajes. ¿Cómo fue la experiencia de actuar en España?
-(Risas) Fascinante porque para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, vivir la ficción como personaje es algo impagable. Fue una temeridad de mi parte porque nunca pensé hacerlo. La pasé con mucho susto y al mismo tiempo con un placer extraordinario. Es la sensación de desdoblarse, de ser otro, de vivir la ficción uno mismo, una experiencia fantástica y confieso que tengo una gran admiración por los actores y los envidio.
-¿Repetiría?
-Quién sabe. Estoy un poco viejo para esas aventuras, pero quién sabe. Ya no me atrevo a decir “de esta agua no beberé” porque tantas veces lo he dicho y he inclumplido.
María Gabriela Méndez, EL UNIVERSAL
Fuente: http://www.cedicelibertad.org/?p=265
* Cancún, costa mexicana del Caribe
|