Probable que quien pensó el curso, nunca oyó hablar de educación popular, de horizontalidad, de que el saber no está en un solo lado.
Lo cierto es que el auditorio municipal estaba repleto de mujeres, muchas de ellas dirigentes de comités de allegados, talleres de manualidades, adulto mayor, juntas de vecinos o comités de barrios. Mujeres que llegan a dirigentes sin educación superior y a veces, sin mayor escolaridad.
Para ellas, se había preparado un curso sobre educación sexual donde la principal expositora era una profesional experta en sexualidad y reproducción, que vestía una inmaculada bata blanca que hablaba de su condición de profesional de la salud.
Tras presentarse, puso en claro que el saber estaba sobre el escenario y la ignorancia entre el público, que los órganos genitales tenían nombres que no eran los que vulgarmente le daba la gente. Así, para hacer participativa la experiencia educativa, preguntó desafiante cómo se llamaba el órgano genital femenino, y las mujeres se miraron y ante de decir los cientos de nombres que ellas usaban -y que ustedes podrían multiplicar por miles- optaron por callar.
Ahí, la doctora, entregó su primer aprendizaje: Se llama "vagina". Y las señoras asintieron con la cabeza reconociendo ese nombre tan vulgar que ni los poetas lo utilizan.
Luego, para reafirmar su poder, la "educadora" prosiguió con la siguiente pregunta: ¿Alguna de ustedes sabe cómo se llama el órgano genital masculino? De la audiencia, entre todas las mujeres se levanta una mano, respetuosa y temerosa.
La sabiduría reitera la pregunta y le pide que se levante.
Surge la señora Carmen con sus 90 kilos y su historial de dirigenta quien responde:
"La verdad señorita, en este momento no me acuerdo del nombre, pero anoche le prometo que lo tuve en la punta de la lengua".
De la doctora nadie se acuerda, o de lo que "enseñó" en su clase, pero de esta historia se acuerdan todas la dirigentas de La Pintana. |