Un día desperté y estaba muerto. Me veía a mi mismo desde un lugar que parecía el techo. Me sentía nada, no tenía cuerpo. Solo era un par de ojos flotando y mirando el infinito que había en esa habitación. Nada se movía un milímetro, ni la mosca que estaba parada en el vidrio de la ventana. Y tuve miedo. Tal vez si intentaba moverme, mi cuerpo, que yacía en el suelo cerca del infinito, se levantaría y se iría, y eso no podía ser.
Así me quedé por tres años. Y la mosca no se movió, y mi cuerpo siguió derrumbado en su inutilidad. No lo soporté más y moví mi cabeza. Como lo había temido, mi cabeza corpórea se movió y mi cuerpo se levantó y cayó al infinito. Pero yo también caí. Mientras el infinito se iba alargando bajo mi ser, alcancé mi cuerpo y me metí en el. Entonces todo el dolor regresó, todo el peso de mis células me cayó encima, y entonces quise volver a morir.
Pero ya mis brazos, quemados por la llama de una injusticia que conformaba el infinito por el que ahora caía, no podían tomar el arma que cruelmente alguien había puesto fuera de mi alcance, pero lo suficientemente cerca para desesperarme. El miedo volvió con refuerzos. Entonces, como dicen todos los que alguna vez murieron, vi una luz. No estaba perdido. Había una salida. Pero no podía llegar a ella. No había quien me ayudara. Estaba solo en el mundo que hay entre la vida y la muerte. Aunque tal vez si todo estaba perdido, sería mejor. No tendría que volver a sufrir la soledad, el dolor, la tristeza, la desilusión.
¿Pero era eso todo lo que había? No, todavía había algo por lo que vivir. Y era la misma vida. Y aquí estoy, sentado frente a este escritorio tratando de vivir. Pero no buscando una razón para hacerlo. Sólo viviendo cada oportunidad que se me presenta, para ver que pasa. Sufriendo cada dolor para encontrar el placer que hay detrás de el. Viviendo las historias que un día, hipócritamente, voy a arreglar para que mis nietos se interesen en mí y mis hijos recuerden en el día en que deje este camino que se llama vida y llegue al que se llama muerte para los vivos y vida para los muertos.
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