Caminaba rápido, con los papeles, subiendo esas escaleras empinadas en forma de caracol, cuando por fin llego al tercer piso.
Respiro fuerte por la agitación de los escalones, saludo a los chicos de la secretaria y me dirijo por el angosto pasillo hacia la puerta del presidente fue así que arreglandome un poco para dar buena impresión y acomondando los papeles que llevaba y debía entregar, golpeo; una vez , dos veces un silencio absoluto se hizo y recordé que en mi infancia tuve aquella infección de oídos que me dejo medio sorda así que decidí que me había dicho que pasara y yo estaba frente a esa puerta como una tonta.
Decisión errónea, cuando abrí la puerta sin cerradura la escena era increíble el presidente acomodándose los pantalones y la señorita en cuestión que lo acompañaba subiéndose la falda.
Conclusión si eres sordo no abras puertas sin estar seguro o si días después me llegó un aumento de sueldo.