Hoy tengo la certeza. En una época creía que era en un aeropuerto, pero no. La sensación no es la misma. Esa sensación que llamamos angustia o tristeza pero que en realidad no tiene nombre, porque solo se puede sentir. En el andén 7, o el que sea según la ocasión, el momento de la partida sucede exactamente ahí, mientras lo vemos y no podemos evitar alzar la mano y sonreír para que aquel que se está yendo no vea lo que de verdad nos está sucediendo.
Lo viví hace casi un año, pero yo desde el tren, ahora me sucede parado en el andén, a las siete de la tarde de un domingo de enero en el que te despido amigo. Me vienen a la cabeza millones de momentos únicos, pero también una enorme angustia que hace que piense si esta no es la última vez que nos despedimos. No puedo evitar pensarlo, uno se sabe con vencimiento, no inmediato pero si inevitable. Y esa misma suerte que nos tuvo durante años viviendo a pocos metros de distancia, hoy hace que nos separen 13257 km, o traducido al lenguaje del viajero, algo más de 15 horas de avión unos 20 minutos de tren.
Hubiese querido quedarme en ese tren, y será porque te quiero amigo, porque se hace difícil no tener noticias tuyas a diario. Tal vez sea porque no te digo lo mucho que me divierto con vos y lo bien que se siente pertenecer a ese grupo de gente en la cual piensas para los momentos importantes.
Fui a muchos lugares en los últimos días y en todos hay ritos para pedir deseos, en todos me detuve a pedir "Por la nostra" como en aquellos brindis en España donde nos juntamos después de varios años.
Me quede triste esta tarde y ni un millón de helado italianos calman la angustia de ver como el tren se movía y te ibas hacia tu pueblo.
Hoy con toda la certeza del mundo se que la tristeza vive ahí mismo en Roma Termini una estación de tren o en todas tal vez. Es una mujer anciana, de pelo largo como la espera, tiene todo lo que uno desea en sus bolsillos y siempre se niega a dártelo, no habla mucho y piensa demasiado. Se distrae con facilidad y en cuanto miras para otro lado te da un cachetazo como para que le prestes atención. Camina lento y por algún extraño misterio uno no puede alejarse demasiado hasta que ella quiera. Se quedo conmigo mirando cómo se alejaba el tren pensando en cuanto pasara para volver a juntarnos. Después nos levantamos y me acompaño hasta la puerta, yo me fui al hotel aunque sé que un poquito de ella viene en mi equipaje, ese que no podemos despachar en ninguna parte y que cuando viene el fin de la tarde pesa como ninguna otra cosa en el mundo.
7 de Enero de2008. Roma - Italia
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