Esperando tu llamada, me dio por revisar la agenda del móvil. Buscaba el teléfono de un viejo amigo, cuando me encontré como buscando con qué vestirme, como si estuviera registrando en el armario. Recordé algo que escribí hace años:
“Abro el armario de la madrugada
¿qué me pongo? ¿con qué vestirme?
¿me coloco esa sonrisa que tanto gusta?
¿me calzo esa dirección que todos siguen?
… discuto con mis prendas
a mi me gustaría estrenar la esperanza ceñida
abrocharme fuerte la seguridad
arroparme hasta el cuello con el amor
… pero ¡ tengo todo sin planchar!
y el amor tiene un agüjero por coser.
Al final, saldré a la calle como siempre
desnudo
siendo carnada al viento”
Hace años todo era muy abstracto, demasiado idealista. Hoy se que la seguridad, el amor y todas esas galimatías, tienen nombre propio, apellidos … y número de teléfono. Si muevo la flechita del menú con el móvil en normal, en vertical, encuentro los pantalones, los jerseys… si pongo el móvil en horizontal y muevo la flechita, me encuentro con las camisas, los trajes… porque, en realidad, los amigos son nuestro verdadero vestuario.
Ahí están los amigos que con los años se quedaron pequeños, o más bien eres tú que has engordado un par de kilos. Ya nunca te los pones, pero no los tiras porque les tienes cariño y, porque quién sabe, algún día te pones a dieta y puedes volver a lucirlos.
Hay amigos que son como esa ropa ancha, cómoda, ideal para andar como en casa, cuando te sientes despreocupado, de asueto, sin formalismos que valgan… son esos amigos con los que te puedes permitir el lujo de cometer errores, con los que te puedes descalzar todos los caminos atados a tus pies al llegar a su casa sin avisar, con los que no pasa nada si te quedas a comer y te quedas dormido en el sofá en plena sobremesa.
Tengo amigos que son como el uniforma del trabajo. Sencillos, escuetos, pulcros, objetivos… a veces aprietan un poco, como lo haría una corbata si las usara… son de los que tienes miedo de mancharte la camisa blanca… nos reunimos siempre y cuando haya un por qué, un para qué, un cómo… pero los quiero igual, porque ellos son los que me devuelven a la Tierra cuando me da por hacer pluriempleo como astronauta.
Hay otro que conjuntan con todo, sirven “pa un roto como pa un descosió”, ya sea temporada alta o baja, otoño-invierno o primaverano. Está Falele, que es mi chubasquero particular para cuando hay lluvia de meteoritos… Roberto, camiseta cien por cien algodón, que queda ajustada y es templadita, fácil de lavar y me queda “de puta madre”… Elena es un chaleco reversible, desenfrenado y con un toque de distinción… en el armario hasta me topé con Jose María, un traje de arlequín que ya sólo me visto en Carnavales o cuando siento añoranza por mi época de titiretero…
Pero, hoy sólo quiero vestirme de ti. Quiero abrigarme con tu piel de arena fina; quiero enterrarme en ti como lo hacen los niños en la playa, dejando afuera sólo la cabeza para poder respirar; quiero darme un chapuzón en tu bodycream y que seas mi albornoz; quiero ponerme tus manos, meterme en tus piernas, colarme entre tus neuronas para volverlas locas… Por eso, espero tu llamada… ya debiste salir del trabajo hace unas cuantas horas y no recuerdo si hoy te tocaba clases en la UNED o no… No debería echarte de menos. Apenas nos vimos esta mañana, cuando yo me iba a dormir y te pasaba el “testigo” de este marathón de fondo en equipo, donde la Meta es ser feliz, pero que tú y yo, sabemos, la felicidad no está en la meta sino en el camino… ya sé que no quedamos en nada … pero, me gustaría verte antes de irme a currar. Espero tu llamada. Y es que hoy, me siento desnudo.
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