Soy un actor me decía angustiado, mientras miraba pasar a cada una de ellas. Escondía mi reloj para no tentarme a mirarlo, pues los minutos se hacían pesados. Continuaba con un ojo en una y otro en otra, todas uniformes, mientras el ruido de la máquina parecía música, algo así como un mal tecno. Debía estar ocho horas cuidando botellas de plástico, que no tropezaran en su piso mecánico. Eran estrellas sin vida, materiales inconsistentes, desechables que había que admirar casi con idolatría. Mi salario estaba en juego; se caía una y todas se iban abajo como efecto dominó. Eran todas para una y una para todas y yo su D’artagnan y ángel de la guarda. Para pasar mi aburrimiento, empecé a contarlas como si fueran ovejitas. Eso sí, no podía dormirme, porque el jefe de sección me advirtió que un error más me dejaría en la calle. Lamentablemente, antes, una de ellas cayó a piso y todas las máquinas de la industria debieron pararse. Fue un caos, algo así como un terremoto de botellas. Me perdonaron, porque era primerizo, pero a la segunda, bueno…ya sabe lo que pasaría. Me sentí como el patito feo de la fábrica.
Iba contando en la número cien mil sin estragos. Dominaba cada paso y como estaban de pie con un toque de mi dedo las movía en dirección de puerta giratoria. Era un maestro y continuaba mi conteo. Nada podía hacerme fallar y conmigo esas señoritas botellas estaban a salvo. Pensar que todo cuesta al principio, pero al final sea lo que sea, con la experiencia manejas lo que quieres y sí, las manejaba…Aunque era un artista, ya pensaba en la gerencia de la fábrica; con dinero, tendría mi propio teatro y, sí, sería famoso como estas botellas se sentían ahora; pendientes de ellas. Ridículo que les dé vida, pero ya eran parte mía. Ya no aguantaba más la curiosidad. Cogí mi reloj escondido y era justo la hora. Sonó el timbre de salida y…abrí los ojos. Era mi despertador de la pieza ¡¡Malditas ovejas, desde hace 4 años tengo el mismo sueño!! Mejor me voy a la fábrica.
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