Debe haber entre el mar y el camino
un algo que señale,
que guíe y marque el ritmo
para que el pie cansado ande,
para que las fuerzas
ocultas más allá del abismo
surjan y se agranden.
Mas allá que el mar,
mas cerca que el camino,
un lugar escondido
ha de estarme esperando,
oculto y tímido,
con miedo quizás
a que aparezca yo
con mi tonta pena.
No importa cuan pequeño sea,
ni a qué distancia esté,
ni a qué distancia se vea
cuanto más lejos y más bajo,
cuanto más alto o más hondo.
Un otoño con hojas felices
por partir de su lugar de origen,
una primavera escondida
con flores que se alegran
con enviar lejos en el viento
su polen y fragancia viva.
Un desierto de paz,
de arenas blandas,
de tibio sol
para el descanso del alma,
para el sosiego y la calma,
para recostarse sin temor,
para olvidar el dolor.
Entre todo el espacio
y en la misma nada,
en todo y en algo,
en la vida, en la esperanza,
donde ante lo agradable
huya el sabor amargo
y la pena agria.
¿Dónde buscas que haya
tan esperada calma?.
¿Cómo encontrar de pronto
la plena y perenne mañana?.
¿En qué día, en qué tiempo?.
¿En qué frontera no alcanzada?.
¿Dónde tendré lugar
para volver con mis palabras,
a contar los versos
que compuse antes,
antes de buscar el sitio
que hoy persiguen mis lágrimas?.
06.11.85
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