Te miro enorme, soberbia. Altísima. Cada día acorto el paso y alzo la vista para mirarte. Ahora, te miro convaleciente, escayolado de traspiés. Y no te culpo de nada, Larguirucha.
Texto agregado el 24-05-2010, y leído por 162 visitantes. (4 votos)