Aquellas frías y duras palabras me atravesaron como si fueran cuchillos de cristal. Me quedé mirándolo con ojos enormes y consternados. No, no podía ser, me negaba a aceptarlo. Intenté hablar, pero un fuerte nudo en la garganta me impidió hacerlo.
El me estrechó entre sus brazos, y yo me quedé rodeada de su piel fría, intentando asimilar aquel giro brutal de los acontecimientos. De repente sentí que odiaba al mundo, odiaba a dios, ¿porque? ¿Porque a el?
Aquella noche no pude dormir, lloré hasta que mis ojos quedaron secos e irritados. No fui al día siguiente al hospital, ni el otro, ni tan siquiera aquella semana. Cuando sentía que iba a verlo, se me desgarraba el corazón, sabia que el dejaría de existir en este mundo, y yo… quizás no podría soportarlo. Recordé con una triste sonrisa, todas las cosas que habíamos hablado, de nuestras tardes de café, sentados allí, aunque solo fuera en las duras e incomodas sillas de espera. Sus consejos, aquellos que me hicieron aprender y calmar mi temperamento. Mis amigas se dieron cuenta, estaba dejando de ser la chica fría y distante, estaba volviendo a ser Iris, la chica que dejé de ser hacia muchos años. Y aunque aquello me estaba dando miedo, sabía que eran simplemente, cosas de la vida. Volví al hospital, volví a aquel lugar con olor a muerte y personas enfermas, pálidas, preocupadas y derrumbadas. Volví a ver aquellas camillas frías de metal aparcadas en las esquinas de sorteados rincones, las paredes blancas con humedad, las ambulancias abiertas y estacionadas en la puerta principal. Cuando subí a la tercera planta, no vi a Eric ni a su familia, los encontré en la planta de abajo. Su madre me explicó que habían empezado a hacerle quimioterapias, y medicamentos más fuertes. La verdad estaba ahí, latente, burlona. Y yo no podía esquivarla, ni tan siquiera a el, ¿como podría hacerlo? ¿Como iba a intentar olvidar y alejarme de aquella persona que estaba haciendo que me encontrara mas a mi misma? ¿Como podía ignorar ese sentimiento que estaba dentro de mi? No podía ignorar lo que sentía hacia Eric, porque en tan solo un mes que llevaba conociéndolo, sentía por primera vez que enamorarse, al fin y al cabo, no era tan terrible.
Vi a Eric tumbado en la camilla, con unas ojeras bien marcadas, los labios resecos y una palidez, cada vez, mas extrema. Su castaño y corto cabello estaba desapareciendo a raudales por su cabeza, debo decir que cuando lo vi allí, tan frágil, sentía como se me derrumbaba el alma. Sin embargo el me dedicó otra de sus bonitas sonrisas que hacían que yo, pese a todo, me sintiera bien.
_ ven, siéntate aquí conmigo.- me invitó dándole unas palmaditas al sillón negro de cuero que había a su lado, Le hice caso y lo miré con timidez.
_ siento haber estado tantos días sin verte, es solo que…
_ lo entiendo, es difícil de asimilarlo.- interrumpió, después se quedó callado al ver como yo me derrumbaba ante el, mi pena salio a la superficie, y mis ojos se inundaron de pronto de la lagrimas. El acarició mi cabello con esa delicadeza propia de el, alcé la mirada aun llorando, sintiéndome avergonzada.
_ siento esto, es que…
_ es normal, cielo.
Me levanté y le abrazé con mas fuerza, pude sentir su respiración débil.
_ ¿me prometes que serás fuerte?- apartó un mechon de mi pegajoso rostro empapado, y me miró fijamente a los ojos. Yo asentí y el rió por lo bajo.
El invierno empezaba a desaparecer, y en su lugar, empezaba a florecer las flores, dándole la bienvenida a la primavera. Me asombró ver como pasaban tan rápido los días, y esa idea, hizo que cada vez, me derrumbase más. Noelia estuvo a mi lado en mis momentos bajos, ya que no quería que el me viera así. Mi madre nunca supo de mis sentimientos y de mi relación con Eric, por lo que me obligaba a disimular mi habitual tristeza y fingir que estaba bien.
_ ¿que sientes hacia mi?- me preguntó Eric mientras observaba el hermoso paisaje primaveral que se veia a traves de la ventana.
Me encogí de hombros con una risita.
_ Muchas cosas. Pero ante todo, creo que jamás he sentido por nadie lo que siento por ti.
_ ¿soy tu primero?- su voz sonó casi infantil.
Lo miré largamente.
_ Si.
Ambos nos quedamos sin saber que decir, ruborizados por mi sinceridad.
_ ¿y tu?- ahora me tocaba a mi preguntarle a el.
_ me gustaste desde la primera vez que te observé desde esa ventana.
Recordaba ese día, ambos nos reímos por aquella casualidad.
_ ¿sabes una cosa?- me preguntó de repente.- me siento feliz y afortunado por ser el primero.
Le sonreí y puse mis manos sobre las suyas. Miré con disimulo sus resecos labios y relamí los míos. Me preparé para pedirle algo que quería hacer desde hacia tiempo.
_ ¿puedo besarte?
El se quedó de piedra, observándome atónito. Apenas pestañeó mientras yo me puse en pie y me inclinaba sobre el. Jamás había besado a un chico, es extraño, pero es verdad, ambos teníamos 17 años y aquel era el momento de cumplir esa promesa tácita. Cuando mis labios se posaron en los suyos sentí como el estomago me cosquilleaba, me invadió una abrumadora sensación de libertad, y en ese preciso momento, supe dos cosas: que jamás olvidaría ese día y que estaba incondicionalmente enamorada de el.
Sabia que Eric se moría, poco a poco se consumía, y yo sentí morirme con el. Sus padres lloraban desde el otro lado del pasillo, era muy duro saber que alguien a quien querías con toda tu alma, iba a irse para siempre, y lo peor era que no se podía hacer nada para evitarlo. La quimioterapia no hizo efecto en el, y tras llorar entre sus brazos, supe que tenia que aprovechar esos días a su lado.
_ ¿me querrás aunque no tenga pelo?- me preguntó un dia.
Yo le acaricié el rostro.
_ te querría aunque estuvieses peor aun.- y acto seguido nos dimos otro beso. Permanecí día y noche con el, inventé una excusa a mi madre, diciéndole que pasaría unos días con Noelia. Ella fue mi mayor apoyo en aquellos días de llanto y de desesperación, y entendió que quisiese pasar la mayor parte con el. Eric se dio cuenta de mi tristeza y me animaba con sus chistes y cotilleos. Una noche le llevé un trozo de pizza, y el se lo comió a escondidas, me confesó que hacia tiempo que no probaba una rica tajada, Yo me reí y comí a su lado. A veces me preguntaba si el sentía lo mismo hacia mi, creo que no hizo falta que me lo dijese con palabras, tan solo el hecho de que cada vez que me veía, sus ojos brillaban, su cuerpo temblaba y le sudaban las manos dejaba entrever que sentía por mi algo mas grande que cualquier otra cosa.
_ ¿porque me miras así?- le pregunté al ver como el no dejaba de observar cada parte de mi sin pestañear.
De pronto clavó la vista al frente, pero supe que sus ojos no miraban a ninguna parte, se que sufría, y que un dolor enorme le inundaba.
_ pronto me quedaré ciego.
Nos sumimos en un incomodo silencio. Hasta que al rato el se levantó cuidadosamente y me puso entre las manos un precioso colgante que tenia inscrito su nombre. Lo abrazé y lo besé. Pusimos la canción cry me out de Pixie lott, y ambos bailamos abrazados, ajenos a la oscuridad que empezaba a emerger de entre la persiana. Ya no me importaba su piel congelada, sus labios secos y malgastados, sus piernas débiles y flacas, ni aquel aparato que llevaba siempre consigo donde lo alimentaba a través de sus venas. Ahora solo me importaba ese momento, sintiéndome feliz y dichosa en sus brazos.
_ gracias por haber aparecido en mi vida, por haberme querido tanto, por hacer que mis tardes sean mágicas y más llevaderas.- murmuró en mis oídos.
Yo le tapé la boca con mi mano.
_ no, no te despidas aun.- le rogué.
El apartó suavemente mi mano y me sonrió.
_ solo quiero que sepas lo mucho que has cambiado mi vida. Te quiero.
_ Yo también te quiero.
_ eres una persona maravillosa Iris, no dejes de ser siempre quien eres, no te rindas nunca, porque recuerda que solo tenemos una oportunidad para vivir y amar ante todo. Tú has hecho que yo conozca la felicidad, y eso ya es un don. Cuando te levantes cada mañana, sonríe porque vives, y ante todo, sonríe, porque aun te quedarán aventuras que vivir y que disfrutar.
Me emocioné ante sus palabras, asentí dándole mi respuesta, la promesa de que seria fuerte y que recordaría siempre estos momentos.
El ultimo día que vi a Eric, sus ojos ya no veían, se habían convertido en oscuridad, ya no podía mirarme, ni tan siquiera saber que yo estaba cuando no hablaba o cuando no entraba en la habitación. A veces me quedaba de pie en la puerta, memorizando su rostro, su figura, todo de el. Lo besé por ultima vez y entonces dijo algo que hizo que yo sonriera tras varios días de tristeza.
_ Iris, ¿pensarás en mí? ¿Me recordarás?
Le sonreí aunque el no pudiese verlo.
_ siempre.- le aseguré.
El día que Eric murió yo estaba soñando con el, y cuando aquel extraño numero largo apareció en la pantalla de mi móvil supe que algo no iba bien. La voz de su madre era desgarrada, triste y apagada. No quise ir ese día, no quería recordar a Eric tumbado en una insípida camilla de hospital. Quería recordarlo con su piel aun tersa y hermosa, su mirada que me demostraba lo mucho que me quería, su voz, aquella que hacia que yo olvidase todo los problemas, y aquella suave boca donde di mi primer beso. Eric no murió para mi, lo mantuve vivo aquí, en mi corazón, y pienso en el desde que me levanto hasta que quedo rendida y cansada en mi cama. El me enseñó que el amor existe, que la vida es algo más que violencias turbias, más que pobrezas y miserias. El me enseñó a encontrar un camino y lo recorreré sin miedo, porque se que hubo alguien que me amó pese a todo, y que me entrego lo poco que quedaba de el. Me siento afortunada y dichosa por saber esa única verdad.
Pongo en mi mp4 nuestra canción y sonrio mientras camino por la calle e imagino que el esta bailando conmigo.
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