tenía el cuchillo en la mano... un sentimiento poderoso inundó mi alma... "el cuchillo", "la muerte", "los recuerdos", "el miedo"... me acerqué por la espalda de mi anciana madre y con el cuchillo en la mano, pensé en clavárselo... di un paso, luego otro, otro, y cuando estaba a punto de metérselo por el cuello, aquel huesudo cuello, mi madre se dio la vuelta, me miró los ojos y algo dijo que no pude escuchar ni entender... levantó la mano como quien le acomoda la ropa del ropero y me quitó el cuchillo de la mano... siéntate ya, me dijo, y desayuna que el pan se enfría... me senté, sonreí como quien despierta de una fea pesadilla y sentí cómo todas mis inclinaciones se esfumaban como el humo de un cigarro... ¿te lavaste las manos?, preguntó mi madre. no, no, aún no, respondí. ella empezó a llamarme la atención, una y otra vez repetía lo mismo, que era un sucio, un cochino, que nadie se casaría conmigo por lo puerco que era, y sentía que cada palabra era una puñalada en mi corazón... me levanté y miré el brillante cuchillo que mi madre lo usaba para untar el pan con mantequilla, y sentí que hasta el cuchillo se reía de mí... seguí caminando y mientras me lavaba las manos sentí que algo mas debía hacer, pero, no recordaba qué... ¿estoy enloqueciendo?, me pregunté... luego, escuché dentro del circuito de mi alma, risas, risas y más risas por todas las pareces de mi cuarto interior, mientras mi madre hablaba y hablaba sin parar, como el gong de una campana que no cesa de sonar... me senté en la mesa y no supe mas... tan solo cerré los ojos y me puse a rezar... pedí morir, morir de una vez por todas… y cuando abrí los ojos, vi a mi madre sentada en la mesa, con el cuchillo en la mano, y con el rostro metido dentro de su plato de cereales con yogurt… y todo estaba de color rojo… miré el cuchillo y vi que este me quiñaba el brillo de uno de sus hojas, con una sonrisa que se dibujaba en el filo de la navaja…