Mes del mar en Chile. Veintiuno de Mayo, onomástico fatal, sinónimo de conmemoración de la derrota de un David que no pudo con un acerado Goliat. Pero que va, somos un país católico. Y el catolicismo se caracteriza por recordar el martirologio de sus santos. Recordamos, por lo tanto, a esa pléyade de hombres peces que se inmolaron por la patria, muchachos que apuntaban recién al mediodía de sus existencias y que fueron las víctimas propiciatorias de un Estado que no trepidó en sumarse a una cruenta gesta bélica.
Hoy, uniformamos a nuestras fuerzas armadas, les brindamos recursos para que se perfeccionen y luego los recluimos en sus regimientos, como el niño que atesora sus soldaditos de plomo. Nuestros vecinos nos desprecian, pero la Diplomacia, es la excusa hipocritona que les obliga a pronunciar palabras tales como la hermandad y los destinos comunes. En el fondo, nadie quiere compartir nada y nos debatimos en nuestras parcelas, delimitadas en base a empeño, oportunismo, sangre y fuego.
Veintiuno de Mayo, que más da, sinónimo de holganza y sobajeo de manos. Que un héroe se inmolara, hoy es excusa para que los dueños de buses provinciales se llenen sus faltriqueras especuladoras. Cae la tarde, Prat ha muerto y resucitado. Igual que Jesucristo, algo de santidad se adhiere a sus vestimentas navales. Esta noche lo exhiben en la televisión, para que la gente corrobore si se parece o no al personaje dibujado en el billete de cinco mil pesos que honra su dolorosa gesta…
|