JUAN BALDO

Los más viejos del pueblo dicen que, allí en lo de Baldo ocurrió un hecho de sangre. Juan Baldo tenía una peluquería, donde se destacaba un sillón de cuero blanco con su base negra de hierro; a un costado, un pie lo elevaba para que el parroquiano quedara a la altura de las manos del peluquero que lo esperaba ansioso tijeretas en mano.
El cliente desde las alturas miraba con desconfianza a Don Baldo. El sentimiento no era porque sí nomás, las malas lenguas cuentan que cierto día Juan Baldo le cortó la oreja al farmacéutico del pueblo. El peluquero se disculpó diciendo que un estampido lo había distraído. Pero, los malpensados comentaron que, Juan Baldo era hincha fanático de Boca y el farmacéutico de River.
“Pueblo chico infierno grande” ¿El hecho de sangre habrá sido la oreja del farmacéutico o el de la rubia oxigenada dueña del puti club? El rumor es que se cortó las venas en la puerta de la peluquería despechada por Juan.
El Coronel Armando Arenas en esos tiempos dirigía el destacamento de la ciudad, aún vive y todavía luce orgulloso el uniforme; insiste que en el sillón de Juan Baldo se sentó el General, pero eso es otra historia. Los pueblos tienen anécdotas que con el tiempo se convierten en leyendas, o verdades indiscutible
Mi abuelo me contaba siempre lo mismo. En una cárcel de España en la época de la guerra civil, había un preso que estaba allí por supuesta colaboración con los maquis. Tenía algunos privilegios por su profesión de dentista.
Este prisionero no solo curaba los dientes de los carceleros, además aliviaba las heridas de los reclusos y les cortaba pelo y barba. Una noche el director de la prisión lo condujo custodiado hasta su casa que estaba a corta distancia. Al entrar en la habitación una mujer envuelta en sangre apretaba entre sus brazos a un niño que apenas llorisqueada. El hombre corrió hasta ella y miró desesperado al dentista,
- ¡Por favor, Baldomero, sálvela! es mi mujer, llegado el momento sabré recompensarlo.
Baldomero abrió su maletín y se apresuró para atender a la mujer convaleciente. Luego de detener la hemorragia se dedicó a ver al niño. Volviendo a la prisión el director le prometió a Baldomero que en la siguiente salida de prisioneros quedaría en libertad.
Llegó a la Argentina en un buque de carga, lo esperaban unos parientes en un pueblo en las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Al tiempo alquiló un local, quería olvidar el pasado y empezar a trabajar.
La peluquería quedó lista para su apertura, hermosos espejos, mostradores de mármol gris, y macetas que adornaban el salón. Pero lo que más llamaba la atención era el sillón de cuero blanco repujado en el asiento y su espaldera, que lucía gallardo en el centro del lugar. En la base de hierro color negro había un escrito en relieve que decía: Desde España para Juan Baldomero de parte de un español agradecido.



MONICA FRANCO
4 DE OCTUBRE 2009

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