Me nombraste amor,
con brillo en los ojos y boca sonriente.
Te obsequié mis sonrisas trasnochadas
y tus brazos pasaron a ser el hogar que me faltaba.
Me nombraste cariño,
y yo bajé mi espada
para darte mi imperio entero.
Susurraste lo indecible;
y fuimos dos trasnochados sonrientes.
En canciones descubrí tu vida,
y yo bailé perdiéndome en tu aroma.
Mientras yo me encandilaba,
descubriendo la palabra hecha sentimiento;
desde la esquina,
una pálida sombra sonreía suavemente a tus pasos
que hoy ya no me siguen
pues esperan a aquella sombra
mientras germina la luz.
A: S.E.Q.F
Texto agregado el 20-05-2010, y leído por 96
visitantes. (1 voto)