SEVILLA, 20 de Mayo
Abrió los ojos y tardó en reconocer los tallos verdes con flores blancas que asomaban a través del vidrio de la ventana, era una lástima que no pudiese percibir el aroma del jazmín, seguramente su perfume la hubiese despertado plácidamente. Giró la cabeza, Dante seguía dormido, lo rodeo con su abrazo y le dio pequeños besos en la espalda, muy despacio y sin ruido para no despertarle... le quería mucho.
De pronto sonó el despertador, ruidoso, como cada mañana a las 7 y 20
-Querido, le dijo Arianne ¿te preparo un café?- y sin esperar respuesta se levantó y marchó a la cocina. A esas horas no era demasiado expresivo, sin embargo, ella aceptaba alegremente esa actitud porqué sabía que luego de saborear el primer bocado de magdalena volvería a la sonrisa fácil
-Cariño.. ya me voy -le dijo amoroso, poniéndose la chaqueta de lino azul mientras recogía sus cigarrillos del escritorio donde solía dejarlos antes de acostarse
-Y ¿me llamarás a las 11? - Le preguntó ella acercándose para darle un beso de despedida en la mejilla
-Lo haré, lo haré - le respondió displicente.
La mañana transcurrió sin mayores contratiempos, Arianne se dispuso a revisar el correo.
Recordó que en la madrugada había soñado que estaban su padre y su hermano junto a otras personas, en el comedor de su antigua casa de Lince. Trato de reconstruir la conversación que giraba en torno a la Santa Inquisición y sus horrores, pero no logró hilvanar la charla. Sus sueños eran muy extraños. Desde su estancia en España, casi cerca de un año, soñaba con su padre y su hermano, algunas que otras veces con una tía y su hija, que también habían sido personas muy queridas. "Habían sido", esa era la definición exacta y el detalle macabro de su extrañeza, porque ninguno de ellos se encontraba viviendo en este mundo. No eran pesadillas, eran sueños comunes, pero ¿por qué no soñaba con sus hijos, su madre o el resto vivo de la familia? Admitía que al estar lejos de todos, la situación le provocaba una nostalgia confusa, su mente empezó a divagar sobre el subconsciente y sus manejos pero se detuvo, considerando inútil pretender ahondar en el tema. Rápidamente, sus pensamientos se trasladaron al escenario actual, se preguntó si valía tanto lo que sentía por Dante al punto de justificar aquel abandono, porqué ni era una adolescente, ni tampoco había sido una gran romántica y el paso dado era enorme para una divorciada de 50 años con una realizada existencia en apacible soledad. Y allí estaba, a más 11000 Km. de su vida.
No pudo evitar sentir una profunda tristeza. Una solución podría ser el regreso y a su desconsuelo se sumaban la angustia por la incertidumbre, temía arrepentirse por renunciar al amor que por primera vez abrigaba por alguien.
Debía arrancarse esas ideas que le atormentaban. Organizar los libros de la biblioteca la ayudarían a mantenerse ocupada sin espacios para abstracciones innecesarias. Todo pasaría y Dante regresaría del trabajo y le regalaría la más radiante de sus sonrisas, entonces, como por arte de magia, se desvanecerían todas las dudas y se reiría durante el resto de la tarde.
Sonó el teléfono, eran las 11.
LIMA, de un amanecer cualquiera
Reconoció inmediatamente el claro reflejo de la luz a través de la cortina azul. Se levantó sin prisas, bajó al salón y dándole un beso a su madre, salió rumbo al malecón. Le gustaban tanto esos paseos. Con placer observó los brillantes colores de las flores que hacían contraste con la brillantez que reflejaba el cielo, pero sobre todo, disfrutó del olor del mar que le infundía un efecto tranquilizante. Desde que tenía uso de razón, esa mezcla de brisa marina y cálido viento le hacía encontrar la serenidad que requería en los momentos precisos.
Camino tranquilamente mientras hacía un recuento de sus tareas para las próximas horas; almorzaría con sus hijos, por la tarde acompañaría a su madre al chequeo médico mensual y por último recogería los planos del edificio que pondría en venta la siguiente semana. Después, ya en casa, en la intimidad de su habitación pensaría en su amor. Se entregaría a sus evocaciones entretejiendo diálogos interesantes y así poco a poco se iría sumergiendo en un dulce sopor que le conduciría hasta él y sus encantos.
Era consciente que se encontraba atrapada entre la realidad y lo imposible y que no saldría jamás de aquella trampa. Sola, sin salida posible, esperaba que una noche y ojalá fuese pronto, quedase para siempre suspendida entre sus sueños.
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