Yo trabajaba en los baños de Tifany’s. Era el único trabajo al que, ya entonces, podía aspirar un buen sudaca. Tenía un curro extra. Les vendía cocaína a los habitúes. Arreglaba con uno de los encargados y me dejaba trabajar tranquilo. Eso sí el baño tenia que estar reluciente. Una mañana de poco publico, en su mayoría mujeres, el baño estaba tranquilo, así que decidí darme un pase sobre el mármol de los lavabos. Aplaste una piedra y peine una fina y larga raya. Con un billete de un dólar snife un parte por cada uno de los orificios nasales, pase mi dedo sobre el mármol y me mire al espejo. Allí me di cuenta que él estaba detrás de mí. Rubio, rechoncho, elegantemente vestido. A pesar de que no superaban las 10 am hedía a alcohol. Le pregunte que quería y me respondió con un tono suave y elegante.
-Cocaína.
-Cuánto?
-Dos gramos estaría bien. No tengo dinero.
-Entonces no puedo dártela.
-Pero me conoces, sabes quien soy y puedes cobrármela después.
-No lo creo, tú eres demasiado importante como para que yo te reclame.
-Te doy algo a cambio ¿qué te parece mi reloj?
Tenía un reloj dorado que parecía caro. No me convencía. Pero se trataba de él y yo lo admiraba. Me encontraba precisamente en Estados Unidos para seguir los pasos de un escritor neoyorquino. No me hubiera costado nada darle la coca y quedar bien. Hacerlo a cambio de una conversación o dejar que me pagara después. Pero me molestaba que alguien de sus recursos intentara garronearme. Mi pensamiento se interrumpió de golpe.
El se acerco a mí y me manoteo la pija.
-Si queres, a cambio, te la chupo.
Su mano fofa sobre mi verga y su mirada de pervertido me calentaron. Que le voy a hacer. Saque mi bolsa de cocaína del bolsillo y con una cucharita de te le convide un pase que snifo directamente de ella. Me baje la cremallera y saque mi pija. No hizo falta que hiciera nada, en ese momento el solo se agacho y empezó a mamarla. Primero se la puso toda en la boca y con su mano me masturbaba. Cuando se puso dura, la lengüeteaba. Sus blancos cachetes rechonchos se ponían colorados y temblaban. Lo lleve a uno de los retretes. Cerré la puerta. El se sentó sobre el inodoro y continúo con su faena. Se desabrocho su bragueta y mientras me la chupaba empezó a masturbarse. Acabamos. De su boca chorreaba mi semen viscoso. Lo bese en la boca, no podia evitarlo. Fue muy dulce. Nos lavamos y le di a Truman, que tenia una sonrisa feliz. Un poco de cocaína en un sobrecito. Yo me tome un pase. Y luego de eso ahí me salio aquella frase.
-Soy homosexual, soy un drogadicto, soy un genio.
Truman me miro a los ojos y sonrío feliz.
-Bye lindo, nos veremos.
Cuando se dirigió a la mesa lo observe. En ella estaba Marylin Monroe. Suspire. ¿Podría haberle sacado algo de ese bombón?
Después, como sabrán, Capote hizo de esa frase su estandarte y del desayuno en Tifany’s un éxito editorial. Yo seguí por mucho tiempo limpiando y vendiendo cocaína en el baño, sin poder publicar nada. Eso sí además de a Capote, ese mismo día, me cogí a Marlon Brando. Lo que puede un poco de coca y un vergazo. Fue un día especial.
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