La oscuridad de la noche
En la sombra de una noche estrellada y sin luna; en medio de una oscuridad infinita, está la casita cercado con algunos palos, con mas huecos que paredes y techo de naylon; sin puerta, claro está; en todas partes entra el aire frío y el humo del fuego, va y vuelve, revoloteando al capricho del viento ; sentada en el petate cerca del fuego, está la niña; quisiera dormir pero el miedo a los ladrones o el diablo no la dejan tranquila. La noche se hace larga, larga y esta oscuridad que no deja ver nada parece que no tiene fín; más allá de esta luz que alumbra el cuartito, se escuchan los ladridos de los perros; el vecino más cercano está como a un km o más de distancia; si algo pasara nadie las escucharía, por eso al menor ruido el corazón le estalla en gritos ahogados.
La oscuridad le inquieta, el rancho no es como el pueblo grande, aquí la noche se ve y se siente; levanta la mirada del calor del fuego y trata de ver el camino real; imposible, solo el viento que mece los encinos y los pinos se escucha. Un escalofrío recorre su cuerpo. En el día estaban los duraznales con sus flores rosadas y el capulín, un árbol gigante que está en medio del patio, con sus racimos de finas flores blancas, daba gusto verlos, pero ahora, en esta noche han desaparecido de su vista; solas la abuela y la niña están en la casita; la abuela ahora no tiene miedo; mas le temía al abuelo celoso y borracho que al diablo o a la noche. Poco a poco el sueño vence a la niña y los miedos se esfuman, el petate de palma la acoge en sus brazos; la abuela la cubre con una cobija.
Cantan los gallos en la madrugada y el día se acerca; la abuela ya hizo la lumbre y el café.
Y el miedo junto con la oscuridad de la noche se ha ido. A la niña le encanta el día, no hay fantasmas y ni el diablo en persona se atreve a aparecer, solo la noche esconde misterios.
Livpina
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