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Inicio / Cuenteros Locales / mauro22 / El supuesto cambio de don Nelson

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—Hace días, eh…. ¿Dónde estará? ¿Estará enferma….?
—No le oigo bien, don Nelson…. ¿No cree que su CD de Regeton lo hemos escuchado lo suficiente por esta semana? ¡A mí me tiene arto la musiquita, le diré!
— ¡Así estoy todo el tiempo aturdido y no pienso!.... ¡Me hace olvidar!
—Lo hace olvidar…. ¿Y qué quiere olvidar me va a decir?
—A la señorita Beatriz…
— ¡Pero parece no resultar viejito! ¡Mejor tome vino, don Nelson, si quiere olvidar! Ja jajajaja…… La recuerda todo el santo día ¿Qué me decía de la Beatriz?
— ¡He dicho si estará enferma la señorita Beatriz! Va más de un mes…. (La cámara toma el rostro afligido del viejo, con su cabeza apoyada en el escritorio y las manos colgando: donde facturas manchadas con te y liquido pegajoso, lo más probable saliva de don Nelson después de dormir la siesta… La cámara se aleja y muestra en su totalidad la oficina: está hecha un asco: don Nelson obeso por momentos dormita en su escritorio, ya no es el atlético caballero de hace meses…. Hay una botella de coca-cola a medio terminar, vasos con restos del líquido, sucios y uno vertido en el escritorio… Luego la cámara se distrae siguiendo a una barata escondida debajo de unos restos de pizza desparramada en el suelo hasta verla perderse en un orificio en la pared situado al otro extremo de la habitación…. Se escucha la voz, mientras la imagen queda en el orificio donde desapareció el insecto, del joven Juan:)
— ¡Todos los días hace la misma pregunta, don Nelson! ¡Cabréese! Si la Beatriz hace más de ocho meses que no viene a trabajar…. Desde que tuvo el encontrón con usted, ¿se acuerda?
(Aparece la Barata, que presurosa, va a donde están amontonados los restos de comida: la voz de don Nelson se nota afligida:)
—Sí, me acuerdo…. He tratado de olvidar esa discusión, ¿sabes? (voz de don Nelson) (la barata camina por los restos de comida, deteniéndose de vez en vez) ¡No debí discutir nunca con la señorita Beatriz! (aparece otro insecto dirigiéndose presuroso donde su compañero) Tu sabes que la estimaba arto…. ¡Yo la apreciaba!
— ¡La apreciaba! ¡Mentira, mi caballero! (Cambia de pronto la imagen y se ve a don Nelson en blanco y negro, con los brazos caídos y su obesa cabeza apoyada en su escritorio) (se le escurre un hilito de saliva por la comisura de los labios) Usted sabe que la deseaba hasta morderla si fuese necesario…. (La cámara toma en primer plano a los insectos encima de la pizza) Yo lo veía cuando, desde su escritorio, mojaba sus labios y abría sus ojos lujuriosos, ¡ja! Daba risa mirarlo: ¡Parecía un autentico viejo verde!
— ¡Calla! Déjame en paz, no sabes nada de mí… ¡Nadie en esta oficina sabe de mi! (Ya eran cinco los insectos que merodeaban encima de la mugrienta y agria pizza) ¡No debí nunca de discutir con ella!
— ¡Confiese que estaba enfermo por ella!
— ¡Si, estaba enfermo por ella! ¡Todavía lo estoy! (las baratas, no sé si por el grito, corrieron apresuradas hacia el hueco de la pared, dejando una estela de inmundicia por el camino) ¿Quieres que te lo repita? Me gustaba su olor, su pelo suelto cuando llegaba en las mañanas…. ¡suelto y fresco! Quería tocarla, acariciarla, morderla, empaparme de su blancura y su aroma…. ¿Eso es malo? ¿Es que estoy condenado?
—Bueno, si…. O sea, no…. No sé, fíjese, ¿no es usted el religioso? (Toma de la luz de la ampolleta de sesenta watts que tiende a apagarse hasta que, después de un rato, lo logra…) ¿El que hablaba todo el día de la biblia? Pero sabe una cosa no se le creía nada: ¿Cómo se explicaba que cuando daba sus sermones religiosos al ratito se sentaba delante del computador a mirar las minas en el diario la cuarta?
—No era verdad, solo quería informarme de las noticias como todos….
— ¡Sópleme este ojo, cabrito!
—Bueno, es que…. Mentiría, pero… (Calla… La luz de la ampolleta trata de encenderse de nuevo, pero en vano, queda semioscuro la habitación, solo la luz de la tarde se cuela por la ventana y deja ver la silueta en blanco y negro de don Nelson) (Las baratas, tímidamente, asoman del orificio de la pared y, una por una, se dirigen a los restos a terminar de ingerir todo lo que puedan)
—Mejor quédese calladito, don Nelson…. (Hay silencio: la música y todo su bullicio han parado para dar paso al grato y olvidado silencio… Solo se interrumpe por el sonido característico que hacen las baratas encima de los restos de comida) ¡Valla a buscarla! ¡Anímese!
— ¡No seas loco! Como voy a ir…. ¡Haría el ridículo, pues hombre!
—Bueno estaría feliz, don Nelson…. El solo hecho de verla, de conversar unas palabritas con ella, lo dejarían en paz con su conciencia….
—No me vas a convencer…. Si para contemplarla tengo una foto que le tome sin que se diera cuenta: cuando se lavaba la cara en el baño….
— ¿No cree que se paso de la raya, don Nelson?
—Había dejado la puerta abierta y cuando se saco sus excéntricos lentes verdes, me introduje muy despacio…. ¡Esa chica no ve ni jota, ja!...Y cuando se lavaba su carita frente al espejo le saque la foto, jejeje…
— ¡Usted esta arto loco!
— ¡Bueno no dijiste que estaba enfermo!
—Bueno por eso mismo: ¡Valla y santo remedio!
—¡Bah, no creo en esas tonteras!
—Entonces no…. Haga lo que quiera, pero no se queje, ¿quiere?
(Se incorpora hasta quedar su torso y cabeza derecha al frente de la pantalla del computador y al lado de la ventana dándole directamente la luz difusa de la tarde, si uno entrara por la puerta del pasillo con el propósito de entregar una factura o pedir un chequesito reclamado por días, notaria de inmediato la silueta rechoncha de don Nelson y sus deditos regordetes hacer piruetas en el aire, como calculando una ecuación dudosa y enigmática)
— ¡Iré, don Juanito, caminare por Santa María hasta llegar a Avenida la Paz: doblando por esta calle antigua hacia el norte! ¡Iré!
— ¡Pucha, don Nelson, me despertó! ¿Qué dijo…?
— ¡Iré en busca de Beatriz, mi buen amigo!
— ¡Dale con lo mismo!
—Estoy decidido….. Y tú vendrás conmigo…

(Avenida la Paz, vacía, tranquila, sin ningún amargo ruido, esperaba a don Nelson y su reducido consorte: el insospechado y afable Juanito…. Era la única, debo decirlo con una cierta tristeza, calle que estaba en ese estado de dicha y armonía, a su alrededor latía una violencia oscura y solapada manifestada por empujones leves y una que otra palabras burlonas tiradas al azar mientras se transitaba: Recoleta, Independencia y las demás repartidas por la ciudad sufrían de lo lindo del embate de esta plaga sombría, no percibida a ojo de buen lector…. Todo esto, y esto es importante, registrada por una cámara de alta tecnología puesta, estratégicamente, en el techo del mercado central atiborrado de gente a toda hora.) (Como si estuviera viva este artefacto ingenioso recolectaba para sí imágenes en primer plano dando alegría a un público dichoso de ver su propia decadencia en un cine de Moll.) (Joven universitario, bien vestido comenta animadamente y un tanto “Light”, a su mejor amigo un cinéfilo empedernido:)
—Oye, la rubia platinada no sintió el empujoncito del adusto caballero… Yo vi que estaba enojado… Puta la mina relinda con aires a Merelyn Monroe con su traje rojo escotado…. Apuesto que el cabello es teñido….
—Esta es una película media surrealista, no cabe ninguna duda, Ignacio…. Me recuerda un poco al cine de Igman Bergman y de David Lynch, no te parece….
—No sé, viejo, tú sabes más de cine, pero esos empujoncitos no los entiendo: si tenía toda la calle para transitar.
—Es una forma de decirnos la cagada en el alma humana…
(Dama finamente vestida, se ve a simple vista, de un inmejorable barrio: comenta en forma exagerada a su hermana que dormita a ratos:)
—No deberían andar ancianas por la calle, si trastabillo al ser tocada levemente por el muchacho…. ¡No, no, el gobierno debería impedir el tránsito de esta gente, no te parece María Eugenia! (María Ignacia duerme con la cabeza hacia delante con sus viejos y rojos labios abiertos.)

(Descripción hecha, de una de las tantas escenas, por una prostituta llamada “Eloísa la rubia” a su amiga y compañera de labores ciega producto de un orgasmo no permitido.)
—Oye, te voy a decir, guacha, que la película es arto rara, ¿cachai? Mira, viene un tipo, algo pintoso, como los que me gustaría echarle un polvo, caminando por Recoleta hacia el centro, pal paseo Ahumada, para que te estis ubicando tal vez para hacer un trámite bancario o no se poh, pa vitriniar un ratito…. Oye, hay poca gente te diré…. Oye, guachita, ¿me escuchai?
—Si, Eloísa…. Dime no mas…
—A ya, se ve la calle donde yo trabajo los jueves con arto poca gente, te voy a decirte…. Oye, pasa una mujerona delante del tipo y él le dice pero no le dice, como cuando uno está pensando, no sé si me cachai…. Haber déjame leer los títulos: “¡Tus pechos flácidos ya no sirven para amar!” ¡Chuta, que maricon el tipo, guachita no se le dice una cosa tan fea a una dama! ¡Ubícate! ¿Sera conocido de ella?
— ¡No, Eloísa, no! (Se le desliza una lagrima de su muerto ojo izquierdo… se ve en la pantalla del cine)
— ¡Oye, guachita, la mujer lo mira triste, como si le escuchase, me vai a creer! ¡La película pa’ rara! Oye, hay un cuchicheo de lo lindo: todos hablan pero no se les entiende ni jota…. ¡Los escuchai, loca!
—Sí, Eloísa…. “¡Que el rostro es helado y las palabras mentiras…!” “Yo esperaba que me retuviera…” “¡Nadie supo conocerme…!” “¡De mis tíos nuca espere nada de ellos...!” “¡Y yo que en ellos siempre buscaba a mi padre…!”
— ¡Oye, guachita, que tenis buen oído! Yo no entendía ni jota, te voy a decirte…. Oye, esto es de locos, te explico, se ven unos empujones suaves por aquí, unos empujones por allá….
—Eloísa, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Sí, guacha, dime no mas…
— ¿Tu eres un travesti?
—Sí, guachita, si…. (Sonríe e inclina su cabeza dulcemente en el hombro de su amiga, a continuación la escena cambia)

(Como digo, Nelson y su consorte, entran decididos a la avenida de la paz, que estaba bien en paz, en aquellos momentos… vestían con trajes de terciopelo azul y sombrero de copas también azul. Su semblante era sonrojado denotando una cierta rubicundez, no sé si me hago entender, era como si por un instante su semblante, que ayer era opaco, ahora parecía lavado, limpio… mientras avanzaban ligeros y alegres, con un sol que copaba toda la avenida, en la mayoría de las callecitas aledañas dulces niñas con “tutus” acompañadas de sus orgullosas madres intervenían en la caminata de don Nelson y compañía, ellos se lo agradecían de sobremanera levantando las manos en son de saludos y esperanzas, las floristas vendían sus flores a un precio más barato… Las funerarias gozaban de lo lindo tal espectáculo y aprovechaban de exhibir los ataúdes lujosos y humildes en mitad de la calle adornados con alegres lapidas, era como si la muerte tranquila fuera democrática a esas horas) (Nelson, seguido muy de cerca por el joven Juanito, se dirigía presto y decidido al final de la avenida donde residía el loco Ismael y Beatriz… Al llegar al frente de la ancha puerta de metal donde podemos leer con claridad: “Hospital Psiquiátrico Dr. José Horwitz”, una anciana le pasa con cierta dificultad, un gran megáfono que el recibe como si nada, como si fuera todo previsto de antemano, gesto que causo admiración y extrañeza al joven Juanito: “No entiendo todo este asunto… Veo algo premeditado en la imagen algo exagerada de la dama ya entrada en años y el gesto frio del viejo... ¡No sé porque asunto no me gusta nada todo esto!... Tendré que esperar un poquito…”) (Sin más preámbulo don Nelson empieza a llamar a Beatriz:)
— ¡Beatriz, Beatriz, por favor salga! (La voz maciza y tronadora de don Nelson da al tiro un resultado positivo: de una de las ventanas del segundo piso aparece toda blanca la pálida Beatriz.)
— ¡Que hace aquí don Nelson!
— ¡La vine a buscar, Beatriz! (Las niñas vestidas con “Tutus” rozas y sus madres, bien formadas intervienen a coro:)
— ¡La vino a buscar, señorita Beatriz!
—Eh, por favor criaturas no interfieran…. Es una cuestión de adultos, no sé si me entienden, le agradezco su bondad, pero…
— ¡Ismael y yo no queremos más apartarnos! ¡El mundo nos da mucho miedo y en esa oficina me pongo amarilla: con decirle que una vez me encontré con un gusanito igual a esos de las manzanas, en el pelo, don Nelson! ¡Aquí estamos muy bien: la locura nos inunda bondadosamente: incluso perdonamos a todo el mundo y desde luego a usted!
— ¡Pero que dice, Beatriz! ¡Aquí la aguarda su antiguo puesto más otras regalías tranzadas de antemano con el jefe! (Coro de voces suaves)
— ¡Pero que dice, señorita Beatriz! ¡Aquí la aguarda su antiguo puesto, más otras regalías tranzada de antemano con su jefe!
— ¡Usted cree que soy tonta, don Nelson! ¡Estaremos locos pero no tontos!
— ¿¡Por que dice eso, Beatriz!? ( En las niñas y sus madres se produce un desconcierto leve pero certero)
— ¿¡Por que dice eso, señorita Beatriz!?
— ¡Yo se que viene a buscarme porque me desea y le gustaría morderme aquí en la yugular! ¿¡No es cierto!? (En las filas del coro hay inquietud, miedo: las niñas todas vestidas con “Tutus” miran a sus madres… Y las madres miran a sus hijas) ¡Creo que eso no es bueno, don Nelson: eso es lo mismo que la violencia solapada de las calles! (Una de las madres representando al grupo se acerca a don Nelson.)
—Las niñas están inquietas, hay nerviosismo en ellas… Bueno también en nosotras, no esperábamos tal desenlace…
—Rogaría paciencia, por favor…. Yo arreglare esto…
—Bien… (La dama regresa junto al coro y empieza un cuchicheo como sonido de abejas para terminar en un relajo singular.)
—Beatriz, aquí se encuentra Juanito, ¿se acuerda? El me acompaña y le va a decir unas palabras… (Juanito toma el megáfono con dificultad y saca un papel todo arrugado guardado en su bolsillo derecho) (Lo abre con dificultad)
—Beatriz, le hablo con el derecho de conocerla más de diez años y respetarla en su medida (Las baratas salen una a una del orificio de la pared…) y quiero decirle que don Nelson a cambiado radicalmente desde su encontrón con usted…. El ha pensado, ha meditado profundamente y ha llegado a la conclusión que se equivoco con usted y el querido Ismael… Ahora se le ve más llano y respetuoso con todos y alegra a todos con sus predicas si incluso yo me transforme. (Una a una las baratas llegan donde esta tirada la Pizza ya agria….) Ahora desea solamente que las cosas cambien para bien y ruega con todo el corazón que usted regrese a su antiguo escritorio arreglado por la señora del jefe… Sera, señorita Beatriz, bienvenida por todos y cada uno los que conforman la empresa…. Desea don Nelson que usted no mal interprete, desde ahora en adelante, sus miradas, sus gestos y el modo de pronunciarse delante de usted por el simple hecho de estimarla en demasía y le pedirá perdón todas las veces que fuese necesario…. ¡Él la adora, señorita Beatriz!... ¡No cierre la ventana, Beatriz, no he terminado! (Ya van más de seis baratas encima de la comida descompuesta.)
FIN

Texto agregado el 19-05-2010, y leído por 440 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
18-02-2012 relato bien llevado, con un lenguaje colonial que lo hace ameno. Bastante descriptivo, hasta lo repugnante. Me encantó**** pithusa
02-09-2010 me divertí leyendo escenas de cine muy bien relatadas...******* miriades
19-06-2010 Me pareció excelente, un texto dónde la locura y las imágenes repugnantes se mezclan con imágenes reales e irreales. Diferente y muy bueno. Te felicito y te dejo besos y todas mis estrellas. (algunas de mis estrellitas tienen náuseas por la pizza con cuccarachas) jajaja. Magda gmmagdalena
27-05-2010 Uff, cucarachas!!!! Me gustó cómo lo escribiste. Yo soy uruguaya, pero vivo en tu país: Chile mi segunda patria. Saludos louyann_
27-05-2010 Me gusto este texto... pero no las cucarachas si es que son (las baratas!!) que asco!! jajajajaaaaaaa mis5* besitos NILDA yo_nilda
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