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Quizá tendría que partir diciendo ,como decía Hesse ; que aquel que quiera nacer, deberá destruir un mundo. yo ya he destruido el mío, hace muchos años. Sin embargo, aunque aún a veces me acose la fatiga y me persiga el desaliento ,no me arrepiento. Preferiría llegar por mí mismo al final del camino y ver que en realidad no he llegado a ninguna parte, a tener que llegar a donde todos van y preguntarme donde estoy.
Muchos han querido nacer al mundo por segunda vez y han pagado aquel precio; Han destruido un mundo, su propio mundo. Y también con ello sus propias vidas.
Debo decir que no es necesario esto último; el destruir un mundo es un llamado a la regeneración de la propia vida, no la condenación de la misma. Se debe destruir un mundo y construir otro. El destruir nos es fácil, nos es innato ; el crear se nos torna, las más de las veces, muy complicado.
Difícil es andar sin guía ,más no imposible. He conocido a lo largo de mis vivencias a gente que sabe mucho ,pero nunca he conocido a un sabio. He conocido a muchos iluminadores, más nunca he sentido el aura de un iluminado. No importa, no es imprescindible el que al cachorro se le enseñe a sobrevivir en el mundo salvaje. Y aún, cuando tenga menos posibilidades de sobrevivir y de desarrollarse estando solo, si logra salir adelante será mucho más fuerte que el resto de sus congéneres, que fueron guiados en el aprendizaje.
Habrá desarrollado al máximo sus capacidades y sólo en ellas confiará cuando se vea frente a la vida o frente a la muerte.
En algunos casos ,cuando la vida nos pone en la cuerda floja, dudar significará inevitablemente caer. Y tanto habremos dudado y tanto habremos caído, que ya no lucharemos para no caer ,sino para levantarnos. Diremos: No importa si caemos ,lo que importará será levantarnos. Y haremos de las constantes derrotas nuestras pequeñas victorias. Al final así vivimos ,convirtiendo derrotas en victorias.
¿Por qué no luchar por no caer y al final, si es inevitable la caída ,por qué no vendérsela cara a la vida?. ¿Acaso no vale la pena vivir luchando desesperadamente por lo que buscamos, a tener que acomodarnos a los cobardes acuerdos de nuestra propia conveniencia?
Porque no hay más cobarde que el que es cobarde con sigo mismo. Nos hacemos expertos negociadores entre nuestros anhelos y nuestros fracasos. No nos esforzamos por hacer de nuestras debilidades nuestras fortalezas, sino que preferimos aceptarlas. Más aún , se nos enseña a aceptarlas, se nos inculca más el reconocerlas que el darnos cuenta de la real capacidad que todos tenemos en nuestro interior.










Dos cosas son nefastas para nuestra vida interior: La culpa y la impotencia.
La primera se nos enseña desde que somos pequeños, es el arma con la que el hombre aprendió a dominar al hombre. Pues nada teme más el ser humando que la condenación o la destrucción de su mundo interno, y pocas cosas son tan autodestructivas como la culpa.
Puedes masacrar a millares, y aún así quizá el ser humando, siga luchando hasta el ultimo hombre o la última mujer, pero basta que unos cuantos vean atadas sus almas o espíritus, para que eventualmente cese toda lucha en ellos y en el resto.

¿Pero qué es la culpa y cómo por medio de ésta se llega a dominarnos?
El sentimiento de la culpabilidad se nos inculca para que aprendamos a sentir bochorno de nosotros mismos por nuestra inhabilidad a competir y asumir actitudes "responsables" ante los diferentes sucesos de la existencia, según se espera de nosotros en razón a nuestros roles sexuales, familiares, sociales, etc.
Es este sentimiento el que nos anima a no fallar en aras de evitar la critica, el regaño y hasta el rechazo de las figuras de autoridad, tales como: padres, abuelos, tíos, maestros, clérigos, jefes, amigos, etc.
La culpa solo sirve para sembrar en nosotros sentimientos de inferioridad, de inseguridad y por ende de ansiedad y depresión, al temer que no estando a la altura de lo que se espera de nosotros en base a las expectaciones de los otros, no seamos rechazados, recriminados.
Por evitar estos sentimientos de culpabilidad, asumimos responsabilidad por los lo que sienten y piensen los demás y nos incautamos de estos, tratando de evitar el sufrimiento ajeno a costa del nuestro.

¿Pero qué busca la dominación a través de la culpa?
Busca el encasillamiento. El ponernos en el lugar donde debemos estar, no en el que queremos. Se nos determina que lo que debemos hacer está en función al rol que tenemos, pero nunca al rol que nosotros mismos podríamos asumir.
La culpa es el látigo que le espera al esclavo que trate de escapar de la plantación.

Debemos concordar, en que se nos ha comprado por bajo precio la verdadera satisfacción de saberse como uno quiere ser y no como se debe ser . La aceptación de los demás , ese es el miserable valor que hemos recibido. Una limosna tirada a un tacho, por el valor de un auténtico tesoro.
¿Pero acaso, no es el precio que nosotros mismos recibimos por justo? ¿Acaso nosotros mismos, en no menos de alguna ocasión, no nos hemos “vendido” para sentirnos queridos e incluso comprendidos, quizá por el sólo echo de no saber como ser?

Qué hemos dado: Nuestro amor propio, nuestra inherente necesidad de ser reconocidos como realmente somos; el innegable placer de decir NO cuando no queremos. Lo que nosotros valemos y la paz que se siente el poder reconciliarnos con nosotros mismos. El respeto de parte de los demás a nuestra persona. En suma, uno mismo.

Qué hemos recibido: Las migajas que la sociedad tiene para arrojarnos.
La amistad condicionada, la aceptación subyugada al interés de los demás; se te aceptará si has entendido lo que es para todos y no lo que es para uno.
La esperanza sin perspectiva de la realidad ,que es socialmente más amable y placentera, pero que a la larga no hace sino llevarnos directamente hacia la frustración.

Porque la esperanza es el gran Don del ser humando; es la gran grúa, capaz de levantarnos desde cualquier situación, por difícil que sea. Pero si se eleva hasta las alturas de una esperanza insensata, no hará otra cosa que perjudicarnos. Pues una vez que veamos que todos nuestros esfuerzos por alcanzarla son vanos, nos encontraremos enfrentados a la “dura realidad” y no nos quedará más que negarla, como única salida para no sucumbir.

La sociedad nos empuja a elevar nuestras esperanzas hasta estos niveles y luego hasta nos ofrece la posibilidad de poder negarla, incluso de olvidarnos que existe. Pero al final ,cuando se hace inevitable ya el enfrentarla, nos deja totalmente desamparados y totalmente desarmados frente a ella.

Al darnos cuenta de esto último surge entonces la ira. Ira de sentir que se ha dado tanto y se ha recibido tan poco. De ver como todo se pierde y que a nadie parece importarle. ¡Dónde están ésos, a los cuales tanto les di, y a los cuales tanto de mi propia vida entregue!. Nadie ha respondido al llamado; estamos completamente solos, en un mundo rodeado de gente.
En los caracteres más fuertes nace entonces un nuevo tipo de ira. La ira esperanzada; una poderosa fuerza, que puede mantenernos luchando aún por varios años más, pero que también es demasiado dura para nuestro mundo interno. En aquel poderoso combustible se van quemando lentamente, los sueños ,el devenir del futuro, el amor; se van transmutando los valores y los ideales, los cuales nos van pareciendo herencias de una misma cosa ,que puede ser cambiada de acuerdo a los tiempos y las circunstancias.
Lo ultimo que termina consumiéndose es la esperanza misma, que ya no logramos reconocer, ni nos importa ;pues ya no somos capaces siquiera de reconocernos a nosotros mismos. Sin embargo, aún conservamos un grado de ira. Es posible que se nos dificulte reconocer ya al amor o al sufrimiento, propio o del resto ,pero aún podremos sentir rabia. Habremos dado un paso más desde la negación a la aceptación de esta realidad ¿o debiera decir: nos hemos resignado mientras apretamos dolorosamente los dientes?. He aquí la impotencia.
No diremos que la impotencia es sinónimo de no poder hacer, pues siempre hay algo que se puede hacer. Sólo hay que tener el coraje de llevarlo a cabo.

Encontraremos ,sin lugar a dudas, que más terrible que la ira sin esperanza es la aceptación sin esperanza (¿la total resignación?). Al acabársenos el combustible que nos daba la ira , la desesperanza nos encontrará ya sin fuerzas para rechazarla. Así como las estrellas, una vez que ya han consumido todo su combustible, comienzan a comprimirse sobre sí mismas; así nosotros comenzamos a hundirnos dentro de nosotros mismos. Estaremos a un paso de la auto aniquilación.
Si estuviéramos enojados, al menos nuestras cavilaciones tendrían más empuje. Aunque a menudo nos parezca necesaria, esta fase debería durar lo menos posible. Es difícil deshacerse de una larga depresión. Quizás simplemente al darnos cuenta de que hay esperanza…al permitirnos ver los signos de esperanza que nos circundan, se romperá el hechizo y podremos avanzar hacia la fase de la aceptación esperanzada.

En esta dinámica es donde la mayoría de nosotros hacemos nuestro mundo.
Comenzamos cuando somos empujados a tomar conciencia de nosotros y lo que nos rodea ,por la inherente búsqueda del que somos y el a que hemos venido. Y una vez que hemos recibido nuestro primer choque con la realidad, ya no hay vuelta a atrás; seguiremos buscando hasta el último de nuestros días. Pareciera ser que la negación es la primera respuesta natural a este acontecimiento; el negarnos a la realidad, es el escudo que nos protege mientras reflexionamos ,mientras nos preparamos emocionalmente e intelectualmente para iniciar la travesía. Para muchos ,sin embargo, este es el punto de partida y el punto de llegada; jamás dejan este estado de negación, pues ¿si las te las puedes arreglar así como están las cosas ,para que cambiarlas?
Sin embargo, como hemos visto, no podemos negar la realidad indefinidamente.

Entre la negación ,la ira, la ira esperanzada ,la ira sin esperanza ,la aceptación sin esperanza y la aceptación esperanzada ,nos movemos. Somos empujados y arrojados de un estado a otro. No nos preocupemos del orden en el que nos movemos entre ellas, ni por cual comenzamos o en cual terminaremos, pues aquello tiene muy poca importancia.
Para los que encuentren simplista esta identificación de estados, podría sugerir que agregáramos algunos de cosecha propia: infelicidad, desesperación, baja autoestima, autocompasión, inmadurez, depresión y otros que de seguro más de alguien debe experimentar. ¿Pero acaso estos serán también estados, o no serán más que los efectos de lo anteriormente expuesto?. O puede ser que finalmente no sean más que esos cobardes convenios que nos auto remitimos; escudos, tras los cuales nos ocultamos al no tener el coraje suficiente para luchar contra la “dura” o “triste” realidad. El coraje para enfrentarnos a la sociedad y sus zalameras complacencias.
La sociedad Tiene su cuota de responsabilidad, claro que sí. No quiero caer en la temática Nietzscheniana de la religión, pero sin duda que el concepto colectivo de Dios y de “hermanos” nos ha perjudicado notablemente.
¿Acaso el “reino” y la “salvación” no son de los oprimidos, de los cansados, de los infelices y desgraciados? ¡Pues qué más da cuanto pueda sufrir en esta tierra, a eso he venido!. Tendré mi recompensa en la vida eterna. Una muy pobre y absurda concepción de lo que es la vida en sí ,si se me esta permitido decirlo.
Pareciera ser ,a todas luces, que son socialmente más aceptado este tipo de individuos ; para los cuales “para que ir contra la corriente” ,pareciera ser el slogan de su existencia.






Para los que aún tienen el coraje para enfrentarse a sus propias vidas y al colectivo social, para los que han de crear nuevas concepciones del mundo y de la realidad; para los que tengan una nueva definición de lo que es el amor, la felicidad, Dios o cualquier otra cosa, no podrán esperar más que el rechazo o al menos el aislamiento y la critica de la mayoría. Deberán esperar las burlas solapadas y las historias inventadas que les adjudicarán, único medio por el cual los cobardes saben enfrentarse.
Porque pocas cosas intimidan e intranquilizan al colectivo social como una mujer o un hombre decididos y con coraje.

Se cuenta que en la antigüedad y en un lugar no especificado, caminaba un viejo filosofo y alguno de sus discípulos. Al llegar al pueblo vieron que la gente se preparaba para la ejecución de un hombre en la plaza central. A aquel prisionero ,el cual mostraba aún las marcas de una noche de tormentos, le escupían y le insultaban; le arrogaban toda clase de inmundicias y recriminaciones. Los discípulos quedaron impactados ante este espectáculo y preguntaron consternados a su mentor. –¿Qué puede haber hecho este hombre para recibir tal trato, maestro?-. El filosofo siguió su marcha, miró hacia el suelo y exclamó: Debe de ser un hombre que piensa distinto.
Algunos discípulos entonces, se acercaron a la muchedumbre, que continuaba con su macabra labor y consultaron por el crimen de aquel infeliz. -!Este demonio embustero a predicado que son tres las entradas al paraíso, en circunstancias que todos sabemos perfectamente que son doce!- contestó indignada la gente-.
Los discípulos corrieron a darle alcance a su maestro, que se alejaba a paso lento y contaron lo que habían escuchado ;enseguida preguntaron cómo éste había sabido de antemano el crimen de aquel hombre, a lo que el filosofo contestó : Si hubiese sido un ladrón, un asesino o cualquier otro criminal, la gente hubiera mostrado algo de compasión , incluso algunos habrían hasta pedido piedad para aquel infeliz; pero como se trataba de uno que iba en contra de lo establecido por todos, no podía haber esperado otro destino.

La vida es, con toda probabilidad, la única aventura por la cual vale la pena arriesgarlo todo. ¿Qué importa el precio que tengamos que pagar al final por la locura de haber vivido?.
Sabemos en nuestra concepción interna que es así, podemos percibirlo.
Cuando más vivos nos sentimos es cuando más estamos en contacto con nosotros mismos. Cuando hemos logrado volvernos hacia nuestro mundo interno y dejamos de vernos desde “afuera”, es cuando dejamos de ser espectadores de nuestra realidad y ésta pasa a ser una parte de nosotros. Entonces el mundo se da vuelta y pasamos a verlo desde nuestro interior, la realidad está en nosotros ahora y nosotros podemos modificarla a voluntad. ¡He ahí la verdadera fuerza y poder del ser humano!.








Sin embargo, ciertamente debemos destruir un mundo para poder construir uno nuevo.
El mundo a destruir es el pobre mundo en el que hemos vivido, un mundo cimentado en los paradigmas de una sociedad enferma y en decadencia. ¿Quién podría negar esto último?. Quizá podamos objetar el que nuestro mundo sea pobre, quizá nos sobren argumentos para explicar lo exquisito de nuestro mundo interior; lo felices y plenos que somos . De esto, cada cual sabrá mejor que el resto. Pero lo que nadie podrá objetar es lo enferma que está esta sociedad y de como ésta, ha enfermado el alma y la mente de la inmensa mayoría de los que están sufriendo. En el mundo en que vivimos no es difícil darse cuenta que se han trastocado los valores más fundamentales del ser humando ¡y peor aún; estos han sido manipulados por unos cuantos; para beneficio de unos pocos y en desmedro de tantos. Si cabe alguna duda, bastará con observar a los que ahora se exhiben con toda pompa y pregonan el cariño y la humildad de la gente.
Humildad. El peor de los engaños y el más barato, cuando se trata de convertirnos en rebaños guiados en vez de personas independientes. ¿Para qué podría servir tanta humildad? ¿Cuál es el problema es ser orgulloso? Que no es lo mismo que ser soberbio, quisiera aclarar. La soberbia se basa en el menoscabo de los demás, el orgullo en cambio ,en las victorias y logros de uno mismo.
Por qué no mostrarse orgulloso de lo que se ha logrado, por qué no decirle al mundo que se ha vencido, que ha sido uno mismo el que lo a conseguido; Que hemos llegado primero ,antes que el resto ;cuando también hemos llegado al final en otras tantas ocasiones.

Argumentaremos que la humildad es sinónimo de respeto, que es una de las más excelsas virtudes de nuestra condición de hermanos he hijos de un mismo Dios. Pero he aquí el engaño de la humildad, que está en el hecho de pretender hacernos a todos iguales en cuanto a condición, en circunstancias que somos todos distintos.
La humildad no es sinónimo de respeto, a menos claro, que yo respete a alguien sin admirarlo (para lo cual obviamente deberé conocer sus logros); o que incluso llegue a respetar a alguien que no siente el más mínimo respeto por mi persona.
Si soy irrestrictamente respetuoso frente a mí mismo y a los demás, ¿para qué me serviría entonces la humildad?.
El que ha vencido en la terrible dinámica del desear y poseer , que tantos conflictos trae a nuestro interior. No lo ha hecho gracias a la humildad, sino que al desarrollo de su mundo interno; el que no necesita excesos para vivir no es el humilde sino el austero.
Por último, para los que pregonan la humildad religiosa ,no he conocido hijo más orgulloso de su padre que a Jesús.

Daré la posibilidad de que pueda estar equivocado , en cuanto a lo que la humildad nos llama a hacer en nombre de la sociedad y los “demás”. Que la vida me cobrará mi actitud altanera y que el orgullo lo habré de pagar; “pues porque hay que ser humilde en está vida”
¡Pues adelante! ¡Que para eso he venido, a darle pelea a la vida!

Texto agregado el 28-06-2004, y leído por 213 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-09-2005 Regular colección de lugares comunes. Se sugiere consultar a Miguel Angel Cornejo y otros especialistas. El filósofo G. Bush también tiene sus aportes. Alzheimer
17-07-2004 Dejarse llevar por lo que la sociedad considera "defectos" es fácil. Si eres orgulloso y lo demuestras, es fácil, si eres envidioso y lo haces, es fácil, si eres egoísta y lo haces, es fácil... la vanidad, la altivez, la avaricia, la calumnia, el desamor, y así igual con todos los defectos. Pero intenta ir en contra de tu propia debilidad y en contra de tu propio defecto, eso no es fácil. Es sumamente difícil (por esa causa el ser humano que quiere todo fácil se deja llevar por lo primario: la debilidad) pero, cual es el propósito de dominarla? el mayor reto de todos, no dominar a los demás sino lograr dominarse uno mismo, entonces cuando lo hayas logrado -dominar tus propios defectos y debilidades- sabrás entonces lo que tienes que hacer con los demás. Pero, si ni siquiera logras dominarte a ti mismo ¿podrás algo con los demás? Sé que es una tarea difícil pues es solo para privilegiados (que toman conciencia de ello). Ellos son los fuertes. Y están aparte. Los débiles, que son la mayoría, intentan sobresalir entre el montón (lo malo es que siguen dentro del montón). Pensando que su debilidad tiene que llegar a ser su fortaleza. (Es mi humilde opinión. Un beso). _Libelula_
13-07-2004 es un buen relato, esta ez me has sorprendido. muy bueno. besitos. lorenap
28-06-2004 E-X-E-L-E-N-T-E-! Es muy raro que yo de 5 ***** pero te lo mereces, siento como si lo hubiese escrito yo! te felicito! Calipsitaa
 
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