Me sorprendió cuando subí la mirada y noté que el anciano venia hacia mi. Nos separaban cinco pasos, el anciano era un vagabundo con la cara sucia, con un par de dientes aun en su boca. Su cabello largo y sucio formaba rulos de nudos grises, no se si por las canas o por la suciedad; su ropa desgastada casi negra, parecía que no había sido cambiada en meses.
Cinco pasos me separaban de el cuando vi que caminaba hacia a mi. Me miraba fijamente con sus ojos cansados, que se escondían en su cara agrietada con arrugas, como las de un hombre que ha tenido una vida dura. ¿Qué quería? ¿Por qué venia hacia mi? eran las preguntas que me tenía en la cabeza.
Cuatro pasos. Sus manos parecían haber sido fuertes, no toda la vida fue un vagabundo; trabajo duro, sus brazos llenos de venas lo dejaban ver, ¿Un campesino? ¿Por qué deambulaba? ¿Acaso no tenia familia? Sus ojos de buey seguían fijos en mi, casi hablando; para ese entonces yo pensaba en que había sido de su familia, de su esposa, de sus hijos.
Tres pasos. A tres pasos estaba y la brisa me trajo un olor fuerte a licor. Note entonces que el hombre a penas podía estar de pie. ¿Era limosna lo que quería? Recordé que no tenia una tan sola moneda conmigo, en mi billetera un billete que era lo único que cargaba y me serviría para llegar a casa; claro que no podía darlo.
Dos pasos. ¿Será peligroso? pensaba, cuando ya estaba cerca, demasiado cerca como para tomar otro rumbo. Pero reaccioné y pensé que el ebrio anciano vagabundo no podría hacer nada contra un hombre joven como yo, si este llegara a intentar algo pues solo correría o lo empujaría. La idea de tener que tocarlo no me agradaba, la idea de que me pidiese algo; parecía molestarme más y más.
Un paso. Sus ojos que antes parecían de buey, ahora de cerca eran como los de un muerto. Llorosos, sin vida, sin esperanza alguna; con un brillo opaco. En ese momento sentí lastima por el hombre, por su cara cortada, por sus ropas desgastadas, por su vida perdida. Pero ya tenia la solución, estaba decidido a contestarle al hombre "Lo siento, no cargo una tan sola moneda." Yo trabajo duro para ganar esas monedas, el pudiera hacerlo también. Pero mi corazón sentía lastima.
Frente a frente. El anciano abre sus labios y con esfuerzo logra decirme estas palabras: "Señor... ha botado su pañuelo allá atrás."
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