Estruendo de poderosos rayos se siente por doquier, como si quisiera escupirnos al cielo el mar furioso nos empuja al barco y a mi. Los maderos chillan ante las presiones que sufren, la insistencia de las olas vence su resistencia y en un estallido me veo indefenso hundido en su negra densidad. Nada importa excepto luchar con todos los músculos por no dejarse tragar por este demonio que todo lo abarca, infinito y despiadado.

Todo esta perdido una corriente me jala y como si yo fuera eses en un inodoro el mar me devora. Mi viejo amigo me muestra su lado oscuro.

En los últimos minutos la lucha termina al reconocer mi cuerpo que se aya perdido, me dejo llevar hasta lo profundo de su alma que es la mía también, entonces el sol vuelve a calentarnos el rostro, mientras en sus brazos el mar me mece y me arrulla con su cantar.