Llevaba más de tres días escondido en esa piezucha de cartón de dos por dos metros. Es cierto estaba hacinado en los montes de la ciudad con apenas unas cuantas provisiones que ya escaseaban. Me quedaban un par de latas de sardina y, por suerte, lo que más abundaba era el agua en un gran bidón de 10 litros que tenía.
No creo que sea tan malo, pero llegué a esto. Llegué a hundirme por fin.
-Pffff- una aspirada más para mantenerme entero. Esta pasta base si que está rebuena. Quiero olvidarme de todo, pero tengo esta angustia latente. Viejo de mierda que me pegaba cuando era sólo un niño. Me obligó a pedir en la calle a solventarle sus vicios. Se aprovecho de mí…Que rabia. Al principio era un chico ingenuo, pero los años me fueron curtiendo con rapidez. Fui ganando experiencia en la calle, esa escuela abierta de la vida. Apendí a robar de pequeño y usar los cuchillos como mi mano. Supe ganarme el respeto de la gente; incluso los con dinero, que más que respeto, tenían miedo. Juanito el cuchilla, me decían. No nací donde quería, pero qué más da, no llegué a una cuna privilegiada ni a una familia unida. No tuve arrumacos ni cariño, sólo este último año lo viví junto a ella…Sí, Martina me aceptó tal cual era. Me conoció. Me amó.
Hubiese querido ser médico, abogado o periodista, que me reconocieran por eso, mas en la escuela de la vida aprendi otras materias; de Juanito el cuchilla pase a ser conocido como Juan Zorro por mi habilidad para los negocios en la droga. Ya no necesitaba cuchillos, sino guardaespealdas mafiosos y una pistola que hasta el día de hoy me acompaña. Sin estudios me hice millonario. Llegué a mezclarme con la alta sociedad e incluso esos médicos o abogados ganaban mucho menos dinero que yo. Soy inteligente, lo sé, pero mi inteligencia se desvió. Lamentable…
En estos momentos me siento como Sadam Hussein escondido. Todos me abandonaron y la obligué a ella a que me abandonara. Veo su foto…me emociona y ahora puedo llorar, porque nadie me ve. Me parece realmente agradable esta sensación, así como que botara toda la maldad de una vez. Son como gotas negras, sucias, de redención. Recuerdo todos esos rostros a los que hice sufrir, así como imágenes que se repiten una y otra vez en mi mente. Quiero seguir llorando una y otra vez y ser recordado más como Juan el llorón, más que Juan el zorro, porque llorar es lindo, es hermoso.
Pero no me queda mucho. Escucho las motos y las sirenas de las patrullas. Se acercan y antes de que lleguen aprieto por última vez el gatillo sobre mi cabeza. La última lágrima, cae al suelo.
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