Autora : GEMA ( próximamente en estas páginas) Bienvenida
NOCHE DE INSOMNIO.
De pronto, me despierto, es medianoche y no puedo volver a quedarme dormida. Me despertó el revolotear de una mariposa nocturna que quedó en la pieza, atrapada por la luz de la ampolleta. Ahora en la oscuridad escucho el revolotear de sus alas posándose de pared en pared, y después entre las cortinas queriendo salir hacia su libertad en la oscuridad de la noche. Está atrapada por los vidrios de mi pieza, pero no se da por vencida y sigue su lucha para ir a perseguir las estrellas. Sigo escuchando la noche que a mi alrededor me trae el silencio y la paz de los que duermen ese sueño plácido en los brazos de Morfeo, como lo hace mi hijo en la pieza de al lado. Sigo escuchando, prendo mi celular para ver la hora pues ha empezado a lo lejos en el parque a cantar el zorzal.
Son las dos de la madrugada, ha dejado de cantar el zorzal. Su melodía fue corta, seguramente para también iniciar su sueño nocturno.
Finalmente me doy algunas vueltas en la cama con los ojos apretados como obligándolos al sueño, pero es inútil, éste no llega. Recuerdo de pronto los tapones para los oídos que usa mi hijo, para mitigar ruidos, ya que con el silencio empiezo a percibir el ruido que hace el refrigerador. Al principio me entretengo escuchándolo y también a unos tréiles que pasan gritando raudos: TERO TERO-TEROTERO-TEROTERO, como tres veces. Me levanto, prendo la luz de la pieza y saco los tapones anaranjados que están dentro de mi cofrecito de Isla de Pascua. El Manutara tallado en la tapa parece mirarme silencioso, entendiendo mi prisa. Apago la luz y vuelvo a la cama, aprieto cada tapón haciéndolo pequeñito y los introduzco en mis oídos, me acuesto y me dispongo esta vez a dormir. Al quedarme quieta sobre la almohada mi cabeza siente que en los oídos los tapones se abren como botones de rosa en su mediodía. De pronto ya no oigo nada, cesa el ruido del refrigerador y el del aletear de la mariposa nocturna que me acompañaban en mi desvelo, pero empiezo a sentir otros ruidos hasta ahora desconocidos. Trato de enfocar y descubrir de donde provienen y descubro que es el palpitar de mi corazón y el correr de la sangre por mis venas. Ya no siento ruidos externos, ahora los que escucho provienen de mi propio ser y me asustan. Decido sacarme los tapones y guardarlos, esta vez debajo de la almohada.
Ahora ya todo ha vuelto a su normalidad, oigo de nuevo que canta allá
a lo lejos el zorzal. Esta vez su repertorio es más amplio y su canto breve se transforma en bellas melodías. Luego de terminar su trino vuelve a quedar en silencio, pero, no así mi cabeza, donde bullen ideas y claman mis manos por un lápiz. De pronto me enderezo, me bajo de la cama, prendo la luz y busco en mi cartera con ansias y nerviosamente revuelvo su interior hasta que aparece el preciado tesoro que buscaba. Siento tanta alegría al tomarlo, es mi lápiz de tinta verde y será mi compañero en esta noche de insomnio.
Ya son las tres de la madrugada, el zorzal repite su estribillo:
¨´Fio fiu fiufa, ya son las 3 de la madrugá.
FIU FIU FÁ, ¡ DUERMETE YA¡...
Pero el sueño no llega. Corro las cortinas para mirar la noche y sólo veo la pared de concreto del edificio vecino y un pedacito de cielo estrellado. Comienza a invadirme una inexplicable tristeza, lentamente apoderándose del espacio que ha dejado el sueño, cuando de pronto percibo una presencia a mi lado. Se ha anunciado con un sonido leve, como un ronroneo tibio que me hace olvidarlo todo por un instante para concentrarme en ella. La busco en la penumbra del cuarto, quiero encontrar esa isla de vida en medio de la soledad y silencio del cuarto y la descubro...está parada en la ventana, la bella mariposa nocturna, tan grande como una esperanza. Ella también desea volar hacia la amplitud de la noche, como mi alma y siento claramente su invitación. Abro la ventana y posándome en sus alas emprendemos la aventura de volar. Ya veo la luna, siento la brisa en mi rostro. Allá a lo lejos el jacarandá y sobre sus ramas la silueta del zorzal, como una pequeña mancha en medio de la luz de la luna, esperándonos....
Mi alma se alza en el vuelo de sus propias alas y mi cuerpo se hunde finalmente en la quietud de la cama. Ha pasado sólo un instante fugaz cuando siento un ruido abrupto, es el día siguiente en la mañana, es el ruido de la máquina de afeitar de mi hijo que proviene del baño. Al rato lo siento acercarse a la puerta de mi dormitorio. Unos golpes suaves en la puerta y luego se abre, apareciendo el rostro de mi hijo, recién afeitado. Observa que aún estoy entre las sábanas y me dice:
--¡Hola, parece que hoy amaneció cansada¡- y esboza una sonrisa casi imperceptible.
--Sí, bastante cansada- le respondo, con una enigmática sonrisa en la que él no puede ver oculta mi secreta aventura nocturna- es que anoche estuvo buena la fiesta.
|