Me clavé en la retina el dia en que pude verte dormir, tan tranquilamente con la respiración bien acompasada y con una especie de sonrisa en la boca que quizás pudo ser paranoia mia, pero me es irrelevante.
Tu cara de ángel sobre las sábanas blancas, con el pelo alborotado y un delicioso perfume tras las orejas, me provocaron sudores durante unos minutos, y mi cuerpo te abrazó apretándose contra el tuyo. Sintiendo tu silueta y mis dedos resbalar por tus brazos, cerré los ojos.
Comenzaba mi boca a salivar más y más, y un espasmo te hizo despertar, abriste los ojos y no mediaste palabra, sino un beso vago y mal dado.
Entre ese calor ignífugo y tus ingles me hallé sin darme cuenta, buceando ambos por nuestros interiores y encontrando por fin la paz... tras unos minutos de guerra.