Mis amigos siempre dicen que ligar en la playa es muy fácil. Personalmente no estoy de acuerdo, pienso que el intento de ligoteo mientras uno toma el sol, es un asalto a la toalla de otra persona y un ataque a su intimidad. Debemos recordar que en realidad vamos en ropa interior, que lo oculto todo el invierno bajo la pana, lo sacamos a relucir para tostarlo en la costa. Puede resultar muy violento que alguien se acerque para pedirte fuego y te empiece a dar conversación ese desconocido al que empiezas a ver el plumero, porque qué quieren que les diga, a mis amigos se les ve venir a la legua.
Cómo pienso así y además me aburre de sobremanera adoptar la posición del lagarto para asarme bajo el sol, pues me bajo a la playa con mi cubo, mi pala y mi rastrillo y me pongo a hacer “MEGA CONSTRUCCIONES DE ARENA”.
Normalmente hago castillo enormes, es lo que más me gusta, pero he hecho de todo, parques de atracciones, zoos con animales y todo, palacios, pirámides y en una ocasión intenté hacer “el Pirulí” pero se me derrumbó antes de acabar.
Un día que no me encontraba muy inspirado, estaba haciendo una clásica fortaleza medieval, me encontraba levantando las torres, que para ello empleo un cubo cuyo culo tiene las formas de las almenas. Lo relleno de tierra húmeda, la apelmazó bien, le doy la vuelta al cubo y acompaño unos pequeños golpes con la pala en el culo del cubo, con el clásico cántico de : ¡PAN DURO, QUE SALGA DURO! ¡PAN DURO, QUE SALGA DURO!.
Estaba en estos menesteres, cuando una chica que se encontraba en una toalla vecina se acercó. Mi concentración era tal, que no me había percatado de su presencia, pero levanté la vista cuando arrojó su sombra sobre la torre que estaba haciendo. Me quedé sin respiración. Plantada delante de los cimientos de mi castillo, había una chica de unos ventitantos años que portaba como única prenda un minitanga. Sus ojos, de color verde pardo, hacían juego con su piel cobriza, me miraba fijamente y movió sus labios carnosos para preguntar; “¿Puedo jugar contigo?”.
Me quedé un momento embelesado mirando su pelo ondulado que le llegaba a media espalda y que ondeaba al viento, es cuando entendí la expresión: “Una mujer de bandera”.
Contesté afirmativamente tartamudeando, pero aclarándole que aquello no era un juego, si no “MEGA CONSTRUCCIONES DE ARENA”. Me respondió con un escueto “Vale” y nos pusimos manos a la obra.
Hicimos un buen trabajo de equipo, yo iba sacando la arena con el rastrillo y la pala, mientras ella la iba acumulando en lo que iba a ser las murallas del castillo. Cuando terminamos con ese duro trabajo, empezamos con el más divertido, ella me traía agua con el cubo desde la orilla, mientras yo le iba dando forma a la torre del homenaje. Luego, los dos juntos fuimos haciendo lo que yo llamo el gotelé, que consiste en dejar caer con la mano arena mezclada con agua, haciendo formas un tanto rococó.
Estaba pasando una de las horas más felices de mi vida y mientras ella se disponía a ultimar la decoración gotelé, yo ponía las últimas torres de la entrada al castillo. Arrodillado frente a ella, cantaba con más fuerza lo de: ¡PAN DURO, QUE SALGA DURO! ¡PAN DURO, QUE SALGA DURO!. Mientras pegaba con energía al cubo, pero mis ojos se fugaban, me era imposible evitar echar miraditas de reojo a las tetas de mi compañera de obra. Esto distraía mi atención y es cuando uno de mis golpes no acertó en el cubo, si no en la base de la muralla norte, derrumbándola parcialmente. La chica se puso en pie mirándome muy seria, dejó el cubo que tenía en la mano, se dio media vuelta y sin decir adiós se fue.
Me quedé muy triste viendo alejar su hermoso culo con forma de corazón al revés. No sé si se molestó por mi torpeza o porque se percató de mis miradas furtivas sobre sus pechos. Bajé la vista a nuestro castillo herido por un palazo y me distrajo un cangrejo agorafóbico, que entrando por la muralla parcialmente derruida había tomado posesión del castillo. Compartí con él una pequeña proporción de mi bocadillo de chorizo y merendamos mirando redundar el mar sobre la orilla.
Se lo dedico a una persona que escucha siempre mis cuentos antes de escribirlos |