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hubo tiempo de besar lo pies del señor... no apestaban, pero, eran pequeños y gorditos... quise mirarle el rostro, verle sus ojos, pero sentía suciedad en mi alma, me sentía indigno, por lo que seguí caminando hacia la salida que me llevaba a la calle... aun continuaba la marcha de tantas personas que, así como yo, buscaban el consuelo y la paz... salí como más limpio, era el señor, el señor de la clara luz, aquel al cual estuve esperando durante tantas vidas... y ahora, ya en la calle, busqué un libro para leer... ¿un libro después de ver al señor?, mi ser era un cúmulo de necesidades creadas por un mundo insostenible por sí mismo. ya frente al librero, le miré, era joven y de cabellos negros, encrespados, un rebelde bozo le brotaba de la barbilla... le saludé y me dije qué estaba pasando en el mundo, en mi mundo... el señor estaba vivo, la gente continuaba sus vidas, los libros se vendían y yo, lo sabía, sabía tantas cosas... compré el libro y fui hacia mi cuarto. entré, la casera me buscó porque estaba retrasado en dos meses... le dije que le pagaría en dos días... bramó como un toro de lidia, llevándose su rabia hacia la cocina. esa noche no cenaría con ella... ya en mi cuarto, miré las fotos de mis parientes... todos vivían lejos... me dije el por qué jamás me había casado... las mujeres me gustaban, pero, no tanto... había otras cosas más bellas y más sutiles que apreciar... me senté en mi escritorio y escribí, o esbocé un pequeño texto:

ven
¿por qué no llegas?
hace mucho que lloro tu ausencia
eres como una paloma
libre y sin dueño
espero verte hoy...
eres el bálsamo de mi vida
no puedo respirar
el aire alejado de tu presencia...
pero,
aún no sé quién eres...
¿serás la muerte?
¿la vida en bolas de cristal?
un manto sin dueño
sangre espesa,
pura en manos de un vago...

eso fue lo que escribí que no comprendí su significado... seguro que años más tarde lo entendería... me senté frente a la ventana de mi cuarto, como buscando en las manos de un dios, ayuda... y, luego, cerré los ojos... allí estaba, frente a mí... era verdad, la paz estaba en mí, dentro de mí, encerrado en la eternidad de mi universo... sentí que una balsa se acercaba, llevándome hacia un lago oscuro, profundo y silencioso... temí, pero seguí navegando... no sabía hacia donde viajaba, pero era seguro que habitaba en las fauces de la verdad, y eso, era lo que buscaba...

Texto agregado el 16-05-2010, y leído por 191 visitantes. (0 votos)


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