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VOYEUR
La tarde está triste… pasmosamente frenada en un casi cuadro por cuadro.
El cielo nublado parece un techo molesto e inalcanzable.
La gente se me figura como seres de otro planeta.
No del mío.
De otro.
Mi paso lento, sin destino, me arrastra de una vidriera a otra.
Y observo las cosas como si ninguna me sirviera para algo.
Hoy nada parece servirme.
Me detengo una vez más… y los objetos tras el vidrio bailan en mi mirada neutra.
Con la misma inexpresividad de mi cuerpo, me desplazo unos metros más.
Mi cuerpo también me resulta algo ajeno.
Siento a mi mente injertada en la estructura de un robot.
En algún momento veo al tipo… Es uno más… es sólo otro. Lejano y difuso.
Tiene una actitud parecida a la mía. Indolente, laxa, sombría.
Me mira.
Me sorprende y molesta su mirada... Yo no sentía estar allí hasta que lo ví… mirándome.
El tipo está algo despeinado y su camisa mal acomodada.
Lo noto con más años que yo… pero sus ojos me miran con menos cansancio que los míos.
Tiene una mirada que pregunta.
O, al menos, parece que quiere decirme algo… pero no lo hace. Algo le detiene los labios.
Yo quiero ordenar a mi cuerpo que se vaya… pero continúo allí… como encantado por esos ojos interrogantes.
Sigue mirándome… y me molesta la insistencia ¿Qué querrá?
¿Quién miró primero? ¿Fui yo quien miró primero?
Quizá cree que yo soy el que lo mira. Y, acaso, él se pregunta lo mismo que yo.
No puedo asegurar quien miró primero al otro.
¿Estará esperando que hable yo?
Sus ojos parecen cansarse. Pero sigue mirando… esperando
¿Qué le podría decir ? No tengo nada para decir... no lo conozco. ¿O sí?
¿Se lo pregunto? Debería preguntarle “¿Nos conocemos? ”.
No, no voy a hacerlo. Me podría contestar “No, no nos conocemos” y me voy a sentir como un estúpido.
No soporto imaginarlo sonreír con algo de pena por mi confusión.
Además, eso le daría oportunidad para que me pregunte y trate de indagar sobre quien soy, de dónde vengo o qué me trajo hasta aquí.
No tengo ganas de responder preguntas a un extraño.
O a un conocido. Lo mismo da.
Me está exasperando su obstinación, su interrogación… silenciosa y cobarde.
Tal vez el cobarde soy yo… Un cobarde que no quiere hablar sobre qué es o lo que siente.
Tengo ganas de pegarle.
De zamarrearlo y preguntarle ” ¿Qué mirás? ¿Qué te pasa? ¡¡¿Qué corno querés?!! ”.
Una añeja y retenida rabia arranca desde mi coxis y sube a mi nuca.
Instintivamente levanto mi brazo con la mano en puño.
Quiero sacarlo de mi vista y arrancarle esa mirada
Quiero borrarlo, eliminarlo de un solo golpe.
Sin embargo, sólo lo acaricio con las puntas de mis dedos.
Ninguno de los dos habla.
Resignado a no entender, pego la media vuelta en silencio… sin preguntar.
También el desconocido me da la espalda y se va… sin responder.
Se vuelve a su penumbroso mundo… en ese vidrio espejado.
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Texto agregado el 16-05-2010, y leído por 184
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