SEÑOR MARQUÉS... ¡BUENAS TARDES!
(Cuento)
Te voy a presentar a Don Ricardo Navales.
Fue un marqués distinguido
por su porte, por su percha, por su educación y cultura,
envidiado y envidiable.
Alto y enjuto... pelo negro engominado.
Frente ancha, nariz aguileña, dentadura postiza...
Para ver de largo gafas bifocales con patillas de plata.
De cerca, usaba un monóculo de oro, heredado de sus padres.
Bigote, mostacho y barba color tabaco.
Sus orejas llamaban la atención. Eran orejas amusgadas.
Guantes negros. Anillos... ¡no digamos!
Llevaba siempre un bastón negro con empuñadura de plata
y su cabeza en verano un pequeño y llamativo BOMBÍN.
En invierno los días de mucho frío una gorra de tela, de piel o punto
sin copas ni alas, con visera o sin ella.
Todo dependía del frío.
En la manera de ser, de vestir, todos le conocen,
es Don Ricardo Navales, que es...¡Marqués de la Ensaimada!
Todo él y su vestimenta era un auténtico pincel.
Todas las tardes de verano
paseaba por los alrededores del pueblo,
como si fuera su marquesado.
En invierno gabardina blanca u oscura, ajustada
con cinturón y hebilla dorada, o abrigo negro de cuero.
Vamos, que el Marqués Navales... va como un pincel.
Los niños con chanclas, zapatillas, alpargatas
jugaban a loa pelota, a las canicas y a los guardias...
Los mas pequeños, con los padres, abuelos,
o muchas veces, con la chacha; estas más de una vez,acompañada
por un soldado militar.
Por allí paseaba mucha gente...niños, jóvenes, adultos
mayores, viejos y ancianos...
Cada uno, con su ritmo y a su paso.
El Señor Marqués... igual. Por su horario
su pose y su percha era conocido.
Cuando su silueta, su sombra, asomaba,
le decían...¡Buenas tardes... Señor Marqués!
Inclinaba la cabeza... y él muy educado,
y su bastón moviéndolo, contestaba ¡Buenas tardes nos de Dios!
Pasado, no mucho tiempo... la palabra Marqués
se decía no sin cierto retintín,
sonaba a chufla, sonaba a pitorreo sonaba a risa...
El Marqués, Ricardo Navales, más listo que el hambre,
se dio cuenta y dejó de contestar, a las buenas tardes.
¿Qué le pasa al Sr. Marqués, se decía, se comentaba?
Un día, cansado de tanto Marqués
y el cómo lo decían, consultó y decidió
dejarse acompañar de sus dos perros y su gato
Un perro se llamaba Lulú, el otro Loló.
El gato, de ojos tigreses, su nombre era Juan.
Consultó con su amigo Rogelio si llevaba al mono llamado Samuel.
Éste le aconsejó que al mono lo dejara en casa haciendo monadas.
Una cosa hay que decir, como tantas, que indican la dignidad del Marqués.
Todo el ganado, lo mismo perros que gatos, monos y algunos más... todos
estaban vacunados; pasadas las revisiones y con su correspondiente “pedigrí”.
Salió de paseo como todas las tardes. Esta acompañado con el perro Lulú y Loló,
y su gato Don Juan.
Los perros iban a su lado y el gato D. Juan iba detrás.
¡Buenas tardes, Señor Marqués!, y el perro Loló se abalanzó.
¡Buenas tardes Señor Marqués! Y el gato Don Juan le arañó.
Otro que esto vio dijo con voz fuerte: ¡Buenas tardes Marqués
y el perro Lulú fue tras él.
Unos y otros dejaron de ir de paseo
por este lugar, y el Marqués se quedó sin las buenas tardes,
y aburrido, más que una ostra, con sus dos perros y el gato,
tomó otros caminos.
El mono quería salir... el Marqués dijo :¡no!
Intuía la riza, la chanza, viendo al mono haciendo monadas,
acompañando al Marqués, aunque fuera Don Ricardo Navales.
La mujer enfurecida , ¡y qué menos! perdiendo los modos, los estribos,
gritaba al servicio, a las chachas:
Yo, ¡Yo soy la esposa de Don Ricardo Navales!
y todos todos, con cierto retintín ,
poniendo más fuerza en la tilde y el acento del Marqués le dijeron.
Hasta siempre, Señor Marqués y señora marquesa.
¿Todos a sus pies? No, por más marqués o marquesa.
Yo amigo lector me he reído... y al firmar ésto
es tanta la risa, escribiendo este cuento,
que me gustaría que siguiera la historia,
que más tarde me contaron los perros Lulú, Loló y el gato Don Juan.
El mono, atento a la fiesta... se ríe y se va...
Salamanca 10 de Mayo de 2010
Firmado Julián López Santolino.
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