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El agua llovida comenzaba a empozarse en cada charco de la alameda. A los pasos de aquel hombre, la luna le seguía reflejada en aquellos espejos líquidos, creando un efecto hipnotizador que lo hizo detenerse a contemplar la hermosa luna llena, que inundaba la bóveda púrpura de esa noche que cada vez más alargaba sus horas. El insomnio era la dosis de fantasía que necesitaba aquel ser noctámbulo para soñar que su realidad era un mundo alterno del que no quería escapar. Solía caminar por aquella fila de álamos en las noches calurosas cuando el búho inquieto que solía posarse en su ventana lo despertaba con su nostálgico canto, invitándolo a pasear por aquellos parajes en busca de que las estrellas platearan sus cabellos con la luminiscencia ancestral de las nebulosas.
Sus pasos lo llevaron hacia el "Árbol de la Osa Mayor", llamado así porque de su follaje, una de las ramas apuntaba hacia esa constelación, ahí se detuvo a comer de sus frutos que parpadeaban en la oscuridad, produciendo destellos que le enceguecían pero que no le mermaban el deseo de probarlos. Tomó una entre sus manos y al morderla un dulce sabor a polvo cósmico le provocó una euforia que le hizo correr hacia la cuesta, emprendiendo una carrera hacia la cúspide de la colina donde se detuvo a mirar las luces de la ciudad que contrastaban con las siluetas del bosquecillo de pinos que cercano se proyectaba contra el plato blanco de la luna. Decidió entonces danzar con la "vaquita saltarina", aquella que en las noches de delirio suele brincar los cráteres de nuestro satélite natural, para luego flotar en la aurora boreal de Marte y descansar en Fobos. Bajó luego presuroso la colina hasta encontrarse con que el cometa Haley se le había atravesado en el sendero, por lo que aprovechó para colgarse de su cola y remontar vuelo hacia la Cruz del sur, bordeando los anillos de Saturno y girar trecientos sesenta grados de nuevo a la faja de asteroides, la zona tenebrosa del Sistema . Ahí se detuvo en uno de los meteoros más grandes, donde aprovechó su fuerza de gravedad para colocar su tienda de campaña y tirarse sobre el áspero suelo a mirar las estrellas. Navegó toda la noche montado en aquella gigante roca que en orbita elíptica circundaba el Astro Mayor. Decidió entonces que era hora de regresar a la Tierra y de nuevo colgado de la cola del cometa que había dejado atrás, fue a parar al mismo sitio donde inició su caminata nocturna. Quedose entonces observando taciturno cómo las primeras luces del Alba, terminaban con esa visión nocturna. Se recostó entonces en la cama a recordar el reciente viaje hecho al reino mágico de los sueños, a esperar despierto que el mundo de la realidad se le presentara ante sus ojos, aunque esta vez no fuera sobre los charquitos de luna llena proyectados en el sendero de la alameda.

Texto agregado el 15-05-2010, y leído por 147 visitantes. (0 votos)


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